martes, enero 31, 2017

Recordando el 24 de marzo de 1976














Sintéticamente consideramos una ineludible obligación dar a conocer y publicitar, de la forma más amplia posible, la mentira en que incurren los radicalizados izquierdistas, quienes no dudan en distorsionar los episodios ocurrido en el transcurso de las décadas del sesenta y setenta  hasta la del golpe militar. Contrariamente a lo que se intenta hacer creer a la ciudadanía, los eventos aludidos tuvieron su etiología en decisiones que se apuraron en el marco de la denominada “Guerra fría”. Un estadista, sin dudarlo uno de los más grandes políticos del siglo XX, con sus virtudes y sus defectos, erigido en ídolo de las masas, a la fecha no es seguido por sus fieles quienes se dejan seducir por los cantos de sirena de los zurdos, que ingresaron como “entristas” al partido peronista. Hablamos del general Juan Domingo Perón, un militar que integró las fuerzas del Ejército Argentino, tan denigrado como institución, siguiendo de tal forma las instrucciones provenientes de La Habana, vía conclusiones de la reunión comunista presidida por Fidel Castro y las que oportunamente fueron esparcidas en la Conferencia de la O.L.A.S. en la década del 60. Las siguientes palabras de Perón nos demuestran que no simpatizaba de manera alguna con el comunismo, y por el contrario defendía la Tercera posición. Posición que los actuales peronistas ni recuerdan ni defienden, contrariando el pensamiento de su jefe. O sea que se observa en tal actitud un tufillo de traición, que no es extraño para quienes se disfrazan para ingresar a un partido político, con el fin de destruirlo. Las consecuencias es la retaliación mediante el funcionamiento ilícito del Poder Judicial, usado contra los otrora militares actuantes luego del 24 de marzo de 1976.
Oigamos al general Perón y que cada cual extraiga las conclusiones del caso: “Las condiciones objetivas que hacen a la conducción superior implican que nadie puede gobernar sin el apoyo del pueblo. Afirmé anteriormente que la importación de ideologías alimenta un vicio de origen.
Detengámonos en este problema. Si una ideología no resulta naturalmente del proceso histórico de un pueblo, mal puede pretender que ese pueblo la admita como representativa de su destino. Este es el primer motivo por el cual no puede optar ni por el capitalismo liberal ni por el comunismo. El rechazo de las posibilidades extremas no sólo se fundamenta en la desconexión de aquellas con la estructura íntima de nuestra nacionalidad, sino también en el hecho de que su adopción implica servir automáticamente al neocolonialismo.

                        “Optar por un modelo equidistante de las viejas ideologías es, consecuentemente, decidirse por la liberación. Por más coherencia que exhiba un modelo, no será argentino si no se inserta en el camino de la liberación. Es por eso que la progresiva transformación de nuestra patria para lograr la liberación debe, paralelamente, preparar al país para participar de dos procesos que ya se perfilan con un vigor incontenible: la integración continental y la integración universalista.
Si aisláramos nuestra respuesta, la comunidad por la que luchamos quedaría a espaldas de un destino superior que espera a todos los hombres que en el mundo comparten ideales de justicia y verdad”.
(“Hacia el universalismo” (1974).

                        Nos ratifica el general Perón que el justicialismo no puede optar ni por el liberalismo ni por el comunismo, así en forma taxativa. Lo que desde luego contraría a cualquiera que poniéndose la “camiseta peronista” intente lo contrario. Nuestro empeño en demostrar que Perón no apañaba a la guerrilla marxista tiene su fundamento básico en la sencilla razón de que, mediante esta mentira, mediante este artilugio increíble, los subversivos se animaron a enfrentarlo, a pesar de denominarse ellos “peronistas”.                         

                        En el discurso que pronunciara ante la Asamblea Legislativa, el 1º de mayo de 1974, dijo el Teniente General Perón: “Nuestra Argentina está pacificada, aunque todavía no vivimos totalmente en paz. Heredamos del pasado un vendaval de conflictos y de enfrentamientos.”
        
                        “Hubo y hay todavía sangre entre nosotros; reconocemos esta herencia inmediata a que me he referido, y extraemos de ella la conclusión de su negatividad. Pero no podemos ignorar que el mundo padece de violencia, no como episodio sino como fenómeno que caracteriza a toda esta época. Que caracteriza, diría a toda época de cambio revolucionario y de reacomodamientos, en que un período de la historia concluye para abrir paso a otro.(…)    Agentes del desorden son los que pretenden impedir la consolidación de un orden impuesto por la revolución en paz que propugnamos y aceptamos la mayoría de los argentinos.”
                       
                        “Agentes del caos son los que tratan, inútilmente, de fomentar la violencia como alternativa a nuestro irrevocable propósito de alcanzar en paz el desarrollo propio y la integración latinoamericana, únicas metas para evitar que el año 2000 nos encuentre sometidos a cualquier imperialismo.
           
                        Superaremos también esta violencia, sea cual fuere su origen. Superaremos la subversión. Aislaremos a los violentos y a los inadaptados. Los combatiremos con nuestras fuerzas y los derrotaremos dentro de la Constitución y la Ley. Ninguna victoria que no sea también política es válida en este frente. Y la lograremos. Tenemos no sólo una doctrina y una fe, sino una decisión que nada ni nadie hará que cambie. “ (…) “Venimos haciendo en el País una revolución en paz para organizar a la comunidad y ubicarla en óptimas condiciones a fin de afrontar el futuro. Revolución en paz significa para nosotros desarmar no sólo las manos sino los espíritus, y sustituir la agresión por la idea, como instrumento de lucha política.” (Extraído de la web: http://www.adiaz.com.ar/Discursos/lkDis.html)

                        El 21 de junio de 1973, ya había reafirmado en otro discurso, su pensamiento respecto al temperamento que debía adoptar la ciudadanía. Instó nuevamente a desarmar los espíritus, y advirtió severamente a “los   factores ocultos que, desde la sombra, trabajan sin cesar tras designios no por inconfesables menos reales” y recalcó “Cada argentino piense como piense y sienta como sienta, tiene el inalienable derecho a vivir en seguridad y pacíficamente. El Gobierno tiene la insoslayable obligación de asegurarlo. Quien altere este principio de la convivencia, sea de un lado o de otro, será el enemigo común que debemos combatir sin tregua, porque no ha de poderse hacer nada en la anarquía que la debilidad provoca o en la lucha que la intolerancia desata.”
                        Es interesante señalar que el entonces Presidente de la Nación, afirmó enfáticamente, que cada argentino   “tiene el inalienable derecho a vivir en seguridad y pacíficamente.” Y a su vez el gobierno tiene la obligación de asegurarlo. Así se procedió cuando el Poder Ejecutivo de esa época, sancionó las normas necesarias, para juzgar a los imputados de terrorismo y sedición. Que sepamos nadie criticó, al menos públicamente, a Perón por tales afirmaciones.
                        Y si es indiscutible que Perón accedió al poder con más de seis millones de votos, lo es también que quienes decían representar a la gran masa del pueblo, se representaban a ellos mismos y a sus siniestros fines. Caen entonces, en forma estrepitosa, las afirmaciones de los comunicados dados a publicidad por estos bandoleros, ya que en ellos se auto titulan como representantes de todos los argentinos, lo que a todas luces es una farsa. Una sangrienta farsa. Y no cesan en ella, no se han arrepentido, y al contrario se vanaglorian de las víctimas que su actividad criminal ha producido.
                        Con las afirmaciones de Perón, resulta ingenuo que alguien piense que las organizaciones subversivas, que actuaron en la década del 70, tuvieran como fin atacar a los enemigos del pueblo y recuperar a la Argentina para su líder. Esta circunstancia creo que no ha sido suficientemente investigada, en ninguna sede jurisdiccional. Insistimos en la necesidad de indagar al respecto, ya que entonces podríamos sacar en conclusión,  que los conflictos armados no internacionales, que tuvieron lugar en la Argentina, durante las presidencias constitucionales de Cámpora, Perón y Martínez de Perón y los que tuvieron lugar antes de la asunción del primero, constituyeron una guerra civil, con todas las consecuencias jurídicas que derivan de tal calificación.
                        Sigamos a Perón, quien prosiguió expresando en la ocasión citada: “Conozco perfectamente lo que está ocurriendo en el país. Los que crean lo contrario se equivocan. Estamos viviendo las consecuencias de una posguerra civil que, aunque desarrollada embozadamente no por eso ha dejado de existir. A ello se le suma las perversas intenciones de los factores ocultos que, desde la sombra, trabajan sin cesar tras designios no por inconfesables menos reales. Nadie puede pretender que todo esto cese de la noche a la mañana pero todos tenemos el deber ineludible de enfrentar activamente a esos enemigos, si no querernos perecer en el infortunio de nuestra desaprensión o incapacidad culposa.” (…) .
                        Poniendo de relieve, una vez más, su estatura política, en esa ocasión sostuvo en forma visionaria que: “Los que ingenuamente piensan que pueden copar a nuestro Movimiento o tomar el poder que el Pueblo ha reconquistado, se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento, por ingeniosos que sean, podrán engañar a un Pueblo que ha sufrido lo que el nuestro y que está animado por una firme voluntad de vencer.”
                           Nadie que obre de buena fe, puede sostener con sinceridad, que las organizaciones armadas subversivas, los terroristas, que secuestraron, que atacaron cuarteles, que asesinaron, incendiaron y pusieron bombas de alto poder sin importarles si eran víctimas civiles o militares, no cometieron delitos de lesa humanidad. No existía ninguna base lógica como para justificar el accionar de estos delincuentes. Lo reconoce ese testigo privilegiado que fue el teniente general Juan Domingo Perón. Destacamos su reconocimiento de que el Movimiento Peronista podía ser copado por elementos marxistas radicalizados. Pasados los años se perfeccionó tal accionar, al punto que en la actualidad alguien puede dudar si al Movimiento Justicialista, lo fundó Perón o Stalin.
                        Destacó Perón, persistentemente el peligro que avizoraba: “Por eso, deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal. Así, aconsejo a todos ellos tomar el único camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro deber de argentinos sin dobleces ni designios inconfesables. Nadie puede ya escapar a la tremenda experiencia que los años y el, dolor y los sacrificios han grabado a fuego en nuestras almas y para siempre”.
                        De los discursos del general Perón, podemos extraer conclusiones, como ya afirmamos, a la tarea de revisar el desenvolvimiento histórico de los sucesos de la década del 70 y, en especial, podremos desenmascarar a los pretendidos “civiles” que fungen en el papel de “víctimas” de la “represión estatal.
                        Relacionado con estos temas, relata el periodista Carlos Miguel Acuña: “Buena parte de las dirigencias partidarias argentinas censuró el golpe que colocó al general Augusto Pinochet en la presidencia de la República de Chile y con el correr del tiempo esa actitud pasó a convertirse en un lugar común del léxico político.
                        Sin embargo, para Perón lo ocurrido detrás de la cordillera tuvo un sentido distinto. No se trataba de un enfrentamiento entre los partidarios de la democracia y una dictadura militar. Sin pelos en la lengua y cuando acababa de ser ungido por tercera vez presidente de la Nación, fue entrevistado por el Giornale d’ Italia, al que respondió ante una pregunta específica: “Nosotros somos decididamente antimarxistas. Lo sucedido a Allende demuestra que Allende cayó víctima de su sectarismo, de su política tendiente al exceso.  
                        “Estoy seguro de que domaremos a la guerrilla. Chile nos ha enseñado muchas cosas.  O los guerrilleros dejan de perturbar la vida del país o los obligaremos a hacerlo con los medios de que disponemos, los cuales, créanme, no son pocos. Las vicisitudes chilenas cerraron la única válvula de seguridad de que disponían los guerrilleros argentinos (…) A Cuba le advierto que no haga el juego que hizo en Chile porque en (la) Argentina podría desencadenarse una acción bastante violenta (…) Si la guerrilla insiste, sucederá lo que en Santiago, donde la responsabilidad no fue de los militares sino de los guerrilleros”.
                        Por su parte, la mesa directiva de las 62 Organizaciones Gremiales que controlaba la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y constituía uno de los brazos fuertes de la interna de la CGT, publicó el 14 de septiembre de 1973, una amplia solicitada en el Clarín, titulada “A los asesinos, secuestradores y delincuentes comunes disfrazados de revolucionarios” con la que censuraba duramente al ERP 22 de Agosto por el episodio de las tres solicitadas que obligó a publicar al citado diario.
                        Más adelante, las 62 Organizaciones sostuvieron que los integrantes de la banda agresora “usan la cantinela (sic) que ya les escuchamos varias veces. Por ejemplo, hablan de imperialismo. Entiéndase bien: de imperialismo y no de imperialismos. Y usan el singular porque sus patrones les prohiben expresarse con realidad. Porque para ellos el yugo que impone el marxismo que representan no es esclavitud”. Y agregaban: “para ellos, fusilar, asesinar, negar los valores humanos, renegar de la libertad, si se hace en nombre de su amado ‘comunismo’, es “salvación”.
                        “Hablan de “burocracia sindical” – continuaba la solicitada sindical – o de “burguesía nacional”, niegan la decisión de nuestras Fuerzas Armadas de integrarse al proceso de reconstrucción, pero en toda su dialéctica no utilizan ninguna vez el término servilismo. Y eso tiene su explicación, porque los señores del ERP son sólo sirvientes que viven temerosos de despertar la ira de sus amos.
                        “Alguien los definió como revolucionarios de opereta. De una opereta trágica en la que ellos se muestran fuertes, aprovechándose de la mesura de todo un pueblo que quiere reconstruir y liberar a la Patria en un clima de paz. “Pero eso se acabó. Ellos eligieron el terreno. Y los argentinos que no sabemos arrugarnos a la hora de la verdad, aceptamos el desafío. A pesar de su disfraz de mascaritas, iremos a buscarlos uno a uno, porque los conocemos. Ni las capuchas, ni los patrones que tienen, podrán salvarlos. Han rebasado la copa y ahora tendrán que atenerse a las consecuencias…”.   (Extraído de “Por Amor al Odio” de Carlos Miguel Acuña)
                        Hemos encontrado una mención, on line, relacionada con imputaciones que Rodolfo Ortega Peña hace al general Juan Domingo Perón, como mentor de la denominada Triple A, una organización paraestatal, que se ocupó de secuestrar, torturar y asesinar eventualmente, a izquierdistas que militaban en las organizaciones terroristas.
                        El diario “Avanzada Socialista” perteneciente al partido Socialista de los Trabajadores, del 4 de junio de 1974, al relatar un ataque perpetrado por la Triple A, contra un local partidario, sito en  General Pacheco señaló: “La noche del 29 de mayo de 1974, en el quinto aniversario del Cordobazo, el local del Partido Socialista de los Trabajadores en Gral. Pacheco fue asaltado por una banda de la Triple A como parte de una ofensiva terrorista contra nuestro partido que incluyo el asesinato del obrero Inocencio Fernández, cuatro voladuras de locales, los tres atentados contra mi vida y la “Masacre de Pacheco”, todo acontecido en el mismo mes.”. Refiere que violentando la puerta de acceso y saltando desde los techos y terrazas, ingresó un grupo de 15 personas, provistas de armas largas, a los golpes e insultos. Obligaron a 6 personas que allí se encontraban, a ingresar a los autos, en los que habían sido trasladados.  Tres mujeres fueron liberadas por sus captores, mientras que los restantes secuestrados permanecían en los baúles. El 30 de mayo de 1974, a la mañana, en la localidad de Pilar, aparecieron sus cadáveres, acribillados a balazos.             
                        Sigue relatando la citada web que “El día del entierro de los camaradas, Ortega Peña electrizó al país diciendo “que estos asesinatos tienen un responsable, con nombre y apellido, y ese es el General Perón”. Fue la primera vez que un Diputado Nacional, elegido por el Frente Justicialista que llevo a Perón como Presidente lo hacía responsable por la creciente ola de violencia de la derecha contra activistas sindicales, militantes de la izquierda Peronista y los marxistas. Esas palabras le valieron la condena a muerte que ejecuto Almirón sesenta días después. (www.izquierda.info.modules.com).
                        Un periodista de nota, Alejandro Guerrero, refiere que “Por lo demás, antes de asumir la Presidencia, Perón había contribuido a la caída de Salvador Allende en Chile al ordenar, por medio de su vicario Héctor Cámpora, que las masas movilizadas en toda Argentina se retiraran de las calles. De inmediato obedecieron la JP y el Partido Comunista, de modo que la dictadura chilena tuvo tranquilidad del otro lado de la cordillera.”
                        “Luego, ya en el gobierno, Perón permitió a una delegación de la Dina, la policía política de Pinochet, instalar una oficina en Buenos Aires, en la calle Moreno, frente al Departamento Central de la PFA, para espiar y perseguir a la colonia de exiliados chilenos. También fueron perseguidos militantes brasileños huidos de la dictadura del general Geisel, y algunos de ellos fueron secuestrados aquí, trasladados a su país y "desaparecidos", de todo lo cual podemos dar detalles en otro trabajo. Pero el Plan Cóndor empezó con Perón, aunque, cierto es, tras el golpe de 1976 adquiriría proporciones alucinantes. (Extraído de la web L.R.21, parte pertinente de un artículo del periodista Alejandro Guerrero)
                        Estas publicaciones on line, no hacen mención a algo que consideramos, sin embargo, es suma de importancia y gravitante, como para poder valorar con veracidad lo sucedido en esa época, tanto en el campo de la extrema izquierda, como en el de la extrema derecha.
                         La guerrilla pasa por alto adrede, que es incierto que su nacimiento fuera consecuencia del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, ejecutado por las Fuerzas Armadas. Los guerrilleros comenzaron a actuar en la Argentina y en otros países vecinos y no vecinos, durante la década del 60 y acentuaron su accionar armado en la siguiente década. La etiología de ella se remonta, entre otras, a lo resuelto, por parte de los distintos  delegados,  a la finalización del IXº Congreso de la IVa. Internacional, ocasión en que se dispuso crear “ejércitos de liberación nacional”, en los distintos países Latinoamericanos.
                        Recordemos que el propio general Juan Domingo Perón, en una de sus disertaciones, pone de relieve tal circunstancia, aunque al pasar, por lo que posiblemente en su momento, no se le dio la fundamental importancia que reviste para poder evaluar todo el cuadro guerrillero que se presentaba no sólo en la Argentina, sino en toda Latinoamérica.
                        Ese congreso, tal como lo recordó Perón oportunamente, aprobó una resolución, auspiciando taxativamente, el desarrollo sistemático de las guerrillas urbanas y rurales en ese ámbito. 

                        Siguiendo al representante boliviano, el Congreso de la Internacional hizo suyas las manifestaciones de éste quien afirmó: “El método de la guerrilla defendido por los cubanos es aplicable a todos los países subdesarrollados, aunque su forma debe variar de acuerdo con las peculiaridades de cada país. En aquellos países donde existe una gran masa campesina con el problema de la tierra sin resolver, las guerrillas sacarán su fuerza del campesinado. La lucha guerrillera introducirá a las masas en la acción, resolviendo sus problemas agrarios con las armas en la mano, como ocurrió en Cuba, comenzando con la Sierra Maestra. Pero en otros países el proletariado y la radicalizada pequeña-burguesía de las ciudades proporcionará la fuerza a la guerrilla” (…) yo afirmo que la guerra de guerrillas es incontrovertiblemente el camino que deben seguir los revolucionarios para liberar a su pueblo de la explotación capitalista e imperialista”.

                        Surge de los propios dichos de Perón, que para esa época existía una situación bélica, una guerra no declarada, que había sido iniciada muchos años antes de su regreso a su Patria. Advirtió oportunamente a los terroristas, para que cesaran en su accionar subversivo, no fue oído. Creemos que tales advertencias fueron contestadas con las críticas emanadas tanto del campo marxista como de su propio Movimiento, donde minúsculos grupúsculos de activos dirigentes marxistas, habían ingresado travestidos de manera tal de poder actuar en la clandestinidad, en el Movimiento Justicialista. Cuando ocurrió el golpe del 24 de marzo, ellos fueron lo suficientemente astutos, como para intentar lograr la adhesión de la masa partidaria, atribuyéndose la defensa de los derechos humanos, lo que por cierto, como todos sabemos, al parecer pertenece monopólicamente a ellos solamente.

                        No podemos dejar de señalar que, con respecto a la investigación judicial de la supuesta violación de los Derechos Humanos, en nuestro país, se han dispuesto en forma artificial, una primera etapa que comienza con el lapso que va desde el 24 de marzo de 1976  en adelante y recientemente, se inventó una etapa que antecede a tales eventos, la que se iniciaría desde la asunción de María Estela Martínez de Perón, al ejercicio del Poder Ejecutivo,  en su carácter de vicepresidenta de la Nación, hasta el golpe del 24 de marzo de 1976, que la derrocó.

                        La primera etapa no reconoce fundamento jurídico alguno, puesto que, atento la fecha que caprichosamente fijó los decretos que se sancionaron, ordenando tales investigaciones, se dejó de lado investigar las actividades de las organizaciones terroristas durante el gobierno constitucional derrocado por el golpe de Estado. La segunda y artificial etapa, se encuentra limitada por las circunstancias políticas de ese momento, causa de tal artificio.

                        Siguiendo con el artificio, no hace mucho se resolvió, por contrario imperio, que son nulos tanto los decretos de Menem que indultaron, como asimismo las leyes de Punto final y de Obediencia Debida.

                        Prosiguiéndose las investigaciones, se resuelve, ahora sí, investigar integralmente las actividades de la Triple A, como una organización paraestatal, puesto que se ha inventado que para seguir juicios investigando Delitos de Lesa Humanidad y Crímenes de Guerra sólo los imputados que de una manera u otra hayan dependido del Estado, pueden ser sancionados. O sea que cualquier persona que haya cometido tales delitos en el seno de la Argentina, si no es funcionario público o está a sus órdenes, no puede ser sometido a la Justicia, transcurridos los plazos de la prescripción, ya que se trata de delitos penales comunes.

                        Inventaron una condición de viabilidad de la acción penal, en materia internacional, que no reconoce ni aplica absolutamente ningún país en el mundo. Con ello se terminó de redondear la exclusión de punibilidad de los integrantes de la guerrilla terrorista, ya que se sostiene que los delitos que podrían haber cometido no son internacionales sino comunes. Ante esa calidad artificial, inventada, han prescripto las acciones penales de los eventos imputados a los terroristas argentinos. 

                        Casualmente esta interpretación retorcida benefició a centenares de “Amigos del Poder”. Creemos que o se investiga a todos o no se investiga a nadie. No se puede usar a la justicia para concretar una suerte de linchamiento judicial, como anteriormente hemos afirmado.

                        Nos apresuramos a dejar sentado, que no emitiremos de ninguna manera un juicio de valor al respecto, pero sin perjuicio de ello, no encontramos la razón como para iniciar el lapso investigativo de la triple A, solamente a partir del mandato de Isabelita Perón.

                        Si existen sospechas, en una palabra, de que durante el mandato del general Juan Domingo Perón han ocurrido los eventos que se imputan a los integrantes de la triple A, las mismas razones que se aducen para procesarla a María Estela Martínez de Perón, son valederas como para considerar que durante el mandato de Perón, ocurrió exactamente lo mismo. Es decir, con la complicidad activa o pasiva de las autoridades estatales, se violaron los Derechos Humanos.

                         Empero, observamos asombrados, que la solución en un caso y en el otro, no se asemejan. No es la misma solución a idéntico problema.

                        Otro aspecto a tener en cuenta, ya que hablamos del riguroso respeto a la libertad de defensa, para los imputados en estos juicios de violaciones a los derechos humanos, es la circunstancia citada de que en la Argentina, no se le aplican las leyes penales internacionales sino a los funcionarios estatales y/o a los paraestatales o paramilitares.

                        Los jueces, pasan por alto y no le dan importancia alguna, a una circunstancia que es fundamental en la correcta apreciación de los medios de prueba de las defensas de los imputados por violaciones de los Derechos Humanos. Al parecer solamente a ellos se les puede efectuar tal tipo de imputaciones, y los que violaron esos Derechos, pero son terroristas, son eximidos de esos cargos.

                        Estimamos que, aun sin compartir la tesitura de la Justicia argentina, es dable probar sin ningún problema, que los integrantes de las organizaciones terroristas subversivas, los guerrilleros que actuaron en nuestro país, no lo hicieron en forma autónoma sino que fueron cobijados, ayudados y amparados por el tirano cubano Fidel Castro y los suyos. En una palabra, fueron ayudados por el Estado cubano.

                        Si retrocedemos al 15 de enero de 1966, recordemos que en esa fecha, se celebró en La Habana, Cuba la conocida conferencia Tricontinental. Las 27 delegaciones de la América Latina, que concurrieron a la reunión citada, constituyeron la denominada “Organización Latinoamericana de Solidaridad (O.L.A.S.). A un año de su creación, en el mes de julio de 1967 se llevó a cabo en ese mismo lugar la primera reunión de este nuevo organismo, asistiendo, entre otros delegados William Cooke y otros personajes, representando a la Argentina. Chile fue representado por Salvador Allende y así numerosos países latinoamericanos.

                        La “solidaridad” de estos promotores de la guerrilla internacional, en Latinoamérica consistió en crear un organismo coordinador de la lucha guerrillera en ese territorio. Usaron la Tricontinental para poder crear grupos terroristas, los que se encargarían de desatar guerrillas de baja intensidad, penetrarían políticamente y favorecerían el espionaje.

                        La O.L.A.S. prometía también proporcionar “(…)  santuario, comunicaciones, entrenamiento y dinero a todas las organizaciones clandestinas que emplean la violencia, como las Brigadas Rojas, los Tupamaros, los Montoneros, el MIR chileno, los comandos palestinos de George Habash, grupos comandos en México, los Macheteros en Puerto Rico, la Organización para la Organización de Liberación de Palestina (OLP), el Comando Budiá, el Frente de Liberación de Carlos Semprún y a otro montón de organizaciones más pequeñas (…). “ Los primeros cuadros de la organización vasca ETA fueron instruidos en la cultura del terrorismo por Cuba ya desde 1964. Con meticuloso cuidado, Castro había usado gruesas sumas de dinero y había ayudado a construir una enmarañada estructura de contactos en Europa que puso a disposición de estas cofradías parroquiales terroristas.”.  (http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/7405074.asp).

                        Se impone una pregunta: ¿A esta altura, alguien con dos dedos de frente, podría dudar un minuto sobre la intervención del Estado de Cuba, en la promoción de la guerrilla en todo Latinoamérica incluyendo, por cierto, a la Argentina? ¿Alguien puede negar, sin ruborizarse, que Cuba ha proporcionado “santuario, comunicaciones, entrenamiento y dinero a todas las organizaciones clandestinas que emplean la violencia”?

                        Y si esto es cierto, ¿a qué se debe que no se ve reflejado en ningún fallo de la Justicia argentina o el desmentido rotundo de tal dependencia o el reconocimiento de ella y por ende el reconocimiento de la viabilidad de poder imputar a los integrantes del terrorismo, delitos penales internacionales, entre ellos la violación sistemática de los Derechos Humanos, prevista y penada en los Convenio de Ginebra de 1949 y en el Protocolo Adicional II a los citados convenios? Es un interrogante que nos hacemos las 24 horas, sin obtener respuesta racional. Todo un enigma, por cierto. Y ésta es una de las tantas fallas de nuestra Justicia, en ejercicio de su misión constitucional, la que ciertamente ha perdido autonomía, credibilidad y legitimidad, lo que la ha llevado paulatinamente al descrédito y a ser considerada un equivalente de impunidad.

                        La Justicia pasa por alto que no se ha resuelto, por ejemplo, que trato debió ser dispensado a los prisioneros integrantes de los cuadros terroristas. Es evidente que no se debe pasar por alto que si, en la emergencia, los terroristas ocultaban sus armas, no usaban uniformes militares, ocultaban su condición de “combatientes” a fin de favorecer su ocultamiento entre la población, el combatiente, en ese caso, debía ser tratado como un “partisano”, a quien no le correspondería el trato de prisionero de guerra ni el status que conlleva tan condición.

Como hemos puesto de relieve, precedentemente “En el derecho de los derechos humanos, el derecho a la vida no es suspendible y se le otorga a menudo un puesto de honor. En el derecho de los conflictos armados, se reconoce el derecho de los combatientes de disparar a otros combatientes a la vista, sin necesidad de advertirles.”

                             “Un comienzo de reconciliación entre estas dos normas aparentemente conflictivas puede encontrarse en el hecho de que, en el derecho de los derechos humanos, el derecho a la vida no es absoluto, ya que está sujeto al derecho a emplear la fuerza letal en ejecuciones legales, en defensa propia o en defensa de una amenaza inmediata a la vida de otros. Podría argumentarse entonces que, en condiciones de guerra abierta, incluidas las campañas de guerrilla, cabe presumir una continua amenaza de parte de los combatientes de cualquiera de los bandos y, por lo tanto, se justificaría disparar a la vista.”
                              Alguien se interrogará, inocentemente o no: ¿En que cambia la calificación de los eventos criminales que puedan haber concretado? Conforme a las normas que rigen, en la emergencia, estimamos que cambia en ese caso el status del imputado terrorista y, como mínimo, puede servir eventualmente para individualizar, con mayor precisión y equidad, la eventual pena a imponer.

                             Si la Justicia reconociera que los terroristas no actuaron aisladamente, sino dando cumplimiento un plan similar al que, según la misma Justicia argentina, tenía como fin y objetivo principal el apoderamiento de bebés, o sea el Plan Cóndor,  cuya existencia se dio por probado con los elementos de prueba adjuntados oportunamente, los terroristas imputados por las violaciones de Derechos Humanos, en nuestro país, no podrían haber opuesto la excepción de indulto o de prescripción de la acción penal. Salvo que los terroristas tengan el privilegio, inconstitucional, de gozar de presunciones que no le caben a otros imputados y que los elementos cargosos en contra de ellos, tengan un parámetro distinto de valoración, para el eventual caso de que los eximan de las imputaciones que se les formulan.


                        Tales conclusiones son, a nuestro juicio, elementales, como diría Sir Arthur Conan Doyle. En suma existiría, en ese caso, una suerte de equivalencia de las condiciones, lo que haría factible administrar justicia con mayor independencia ideológica, sin ninguna duda.  (ttp://www.peronvencealtiempo.com.ar/juandomingoperon/juandomingoperon.html)