El resquebrajamiento del mundo burgués era para Gramsci uno de los signos que le daban más esperanzas de triunfo. Una sociedad se desintegra, un bloque histórico se agrieta cuando comienzan a fallar los mecanismos de la sociedad civil. Es considerablemente más dificultoso enhebrar la gigantesca red social, de cualquier país, que deshacerla mediante los métodos gramscianos. Logrado el desprestigio de la clase hegemónica, de la Iglesia, de las Fuerzas Armadas, de los intelectuales, de los docentes, etc, el campo se torna orégano para apoderarse del poder. Este quebranto es, en gran parte, la obra de los intelectuales que empiezan a traicionar. Gramsci considera que se ha ganado una gran batalla cuando se logra la defección de un intelectual, cuando se conquista a un teólogo traidor, un militar traidor, un profesor traidor, traidor a su cosmovisión. Nada más efectivo que eso: suscitar la traición de algunos intelectuales a la cosmovisión tradicional, con el consiguiente acercamiento a la nueva hegemonía que aparece en el horizonte. No será necesario que estos “convertidos” se declaren marxistas; lo importante es que ya no son enemigos, son potables para la nueva cosmovisión. De ahí la importancia de ganarse a los intelectuales tradicionales, a los que, aparentemente colocados por encima de la política, influyen decididamente en la propagación de las ideas, ya que cada intelectual (profesor, periodista o sacerdote) arrastra tras de sí a un número considerable de prosélitos. El bloque comienza a resquebrajarse cuando un cierto número de intelectuales traiciona a los representantes de la hegemonía reinante. Es este un aspecto muy importante en la estrategia gramsciana: lograr el desprestigio de la clase hegemónica. Y algo más: lograr que los que se opongan o intenten oponerse al orden nuevo, los que denuncian su estrategia, sean reducidos al silencio. Esto es fácilmente conseguible a través de los órganos de difusión cultural; denigrar y ridiculizar a los que luchan contra la nueva cosmovisión, como si se tratara de gente retardataria, cavernícola, etc., que no está a la altura de los tiempos modernos. Tal fue uno de los métodos que, en la línea de Gramsci, sería predileccionado por el comunismo italiano, el de marcar a fuego al adversario. Gracias al dominio cultural, hoy ya no se hacen necesarios los campos de concentración para los adversarios lúcidos del marxismo. Ya no será necesario emplear el terror físico contra los disidentes intelectuales de la nueva cosmovisión, de la nueva hegemonía.”(http://www.salvador.edu.ar/juri/apuntes/Uncal%20Filosofia%20del%20D/Gramsci.pdf).
Perón intentó por todos los medios, convencer a sus seguidores, que su doctrina intentaba imponer una tercera posición, es decir ni con el capitalismo cruel, despiadado, ni con el materialismo ateo marxista. El propio fundador del Justicialismo, se encarga de desalentar a quienes intentaron, por todos los medios, confundir a la masa.
Perón intentó por todos los medios, convencer a sus seguidores, que su doctrina intentaba imponer una tercera posición, es decir ni con el capitalismo cruel, despiadado, ni con el materialismo ateo marxista. El propio fundador del Justicialismo, se encarga de desalentar a quienes intentaron, por todos los medios, confundir a la masa.
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