La aplicación de la teoría de la autoría mediata construida por la dogmática alemana exige que la organización funcione como una totalidad al margen del Ordenamiento jurídico, ya que si actúa ligada a los principios propios de un Estado de Derecho, sometido a la ley, “la orden de ejecutar acciones punibles no sirve para fundamentar el dominio porque las leyes tienen el rango mayor y por norma excluyen la ejecución de órdenes antijurídicas y, con ello, el poder de la voluntad del inspirador”.La Justicia Internacional, tiene sus puntos débiles, lo que no ayuda a su eficacia y conspira contra los fines que se tuvieron en consideración al crearla.
Hemos observado que finalizada la Segunda Guerra Mundial, se denunciaron en distintos ámbitos territoriales, la comisión de delitos de lesa humanidad, imputados no sólo a los ejércitos del Eje, sino a fuerzas integrantes de los Aliados. Con excepción de la constitución de diversos tribunales militares, que se ocuparon de juzgar a los imputados de esos delitos internacionales integrantes de las fuerzas militares del Eje, con respecto a los delitos atribuidos a otros imputados ajenos a ese bando, al pertenecer a las fuerzas de los vencedores, como es lógico, nada pasó. Primer paso a una controversia que se fue abriendo con el correr de los años. Se alega que, en la aplicación de esta Justicia, brilla por sus fueros la absoluta carencia de una justicia integral. El tiempo, en lugar de ir remediando sus falencias perfeccionándola, la va deformando en su praxis judicial. De allí a reflexionar que la justicia que se ocupa solamente de los enemigos, e ignora los mismos eventos criminosos concretados por los amigos, no es justicia, media un solo paso. Examinando ciertos eventos, y acudiendo incluso a los denominados "Principios de Nuremberg" hemos podido constatar que aun queda un largo trecho por recorrer. Y no se debe a la carencia de técnica de los juristas que se han ocupado de la implementación de los organos jurisdiccionales, sino de un defecto que como todo defecto no corregido volitivamente, es humano. Con todas las imperfecciones que encierra esta calidad. Recordemos que, con el correr de los años, se advirtió la comisión de delitos de esta naturaleza, al descubrirse fosas, en distintos lugares donde hubo contienda bélica durante ese lapso, pero las masacres no fueron nunca investigadas, eludiéndose de distintas formas, intencionalmente, o por inercia llevar a cabo tal cometido inquisitivo. Tratándose de violación a los derechos humanos, calificadas como delitos internacionales, esta omisión es imperdonable. Otro tanto se podría decir en cuanto al incumplimiento de algunos países, en ciertos casos, de sus obligaciones convencionales relacionadas con el cumplimiento irrestricto, de normas destinadas a lograr la sanción penal de los imputados por delitos internacionales. Pero éste es otro capítulo, que trataremos oportunamente. Es de imaginar la sorpresa de los jueces españoles, al ver que no sólo en España la historia es tergiversada, al punto que la tarea de los historiadores, suelen practicarla quienes no lo son. Los resultados no son alentadores. No sólo los jueces se habrán sorprendido. Cuando se reciben distintas actuaciones judiciales, como las que ha enviado desgraciadamente nuestro país, realmente pienso que hemos pasado por una vergüenza internacional. Está fresco todavía en mis recuerdos lo relacionado con la tramitación de rogativas internacionales, que no podían ser viabilizadas por el Estado español, por las gravísimas carencias de ella. Como anécdota, no puedo olvidarme que hasta se ofreció el Estado español a "enseñar" como se debe tramitar seriamente una rogatoria, un exhorto o una súplica como quiera llamarse al pedido. el caso de la extradición que la Argentina solicitó de Isabelita, donde en forma harto delicada, se nos dice que considerar que ella habría cometido delitos de lesa humanidad, como los imputados, por las razones que abona el expediente judicial cabe presumir, con acierto, que se trata de una falacia destinada a perjudicar a la encartada. No lo dice abiertamente, pero lo deja traslucir perfectamente. Sin lugar a dudas. Como dijimos antes, existen circunstancias que ningún juez español puede ni se atreve a dejar de lado, salvo que intente prevaricar.
Recordemos que España ha sufrido una guerra civil que costó un millón de víctimas. En tales condiciones, en la actualidad, antes de opinar con respecto a lo ocurrido, se piensa dos veces. No se piensa a la ligera. Lo que es fruto de los padecimientos sufridos en el lapso que media entre la abdicación del Rey Alfonso XIII, los atentados terroristas, incendios de iglesias, asesinatos de sacerdotes, profesionales, militares y ciudadanos simples, ocurridos desde el principio de la década del treinta, el alzamiento de Asturias en 1934, la iniciación de la Guerra Civil años mas tarde y durante la dictadura de Franco. Episodios que marcaron límites difíciles de olvidar. Sin embargo, aun así, vemos que los partidarios de los extremismos, aun siguen empecinados en su postura ideológica, pensando que el fin justifica los medios. No podemos pasar por alto, la sorpresa de algunos juece españoles, al advertir sin retaceos, en algunos casos, que se les presentan actuaciones calificadas irreverentemente como violación a los derechos humanos, cuando en realidad encubren una aparente maniobra que nada tiene de moral. Quien vive en España, aunque no lo quiera, involuntariamente es presa del pasado. Pero ello se mantiene una actitud mas que prudente, en cuanto al juzgamiento de lo que sucedió en la Madre Patria en el lapso que media entre la II República, la Guerra Civil y la dictadura franquista. No es fácil para ellos dejar de lado el derecho nterno, como hacemos nosotros, y aplicar sin mas normas internacionales, interpretadas a piaccere. Como para muestra basta un botón, acudamos a las manifestaciones del escritor español Antonio Muñoz Molina, quien en declaraciones publicadas en Libertad Digital del 3 de agosto de 2010, nos dio acabadas muestras de equidistancia y de mesura cuando señaló que "no se puede volver atrás y usar el pasado como lo hace Zapatero". "Parece que aquí no se hace otra cosa que hablar de Guerra Civil y de toros, claro. Y así no se afrontan los problemas reales de un país que tiene un 20 por ciento de paro y un 30 por ciento de fracaso escolar", lamentó Muñoz Molina en una entrevista que publica hoy el diario italiano Corriere della Sera. Según el escritor, "no se puede hablar de Guerra Civil" como si los españoles "estuviésemos divididos como entonces", ya que ha transcurrido "demasiado tiempo" y ello no corresponde, afirma, "ni a los políticos, ni a los jueces, sino a los historiadores". ( …) "La España de 1936 era rural y analfabeta y estaba aislada económicamente. La de hoy no tiene nada que ver con la de entonces. Es una obviedad que no podemos olvidar. Si nos referimos continuamente al pasado no entendemos el presente", alertó el autor de "La noche de los tiempos", su última novela, con la que viajó a los últimos meses de la Segunda República, la Guerra Civil y el exilio. ( …) El escritor afirmó que "hoy en día, los políticos e intelectuales se niegan a aceptar su propia historia al completo y no quieren ver los errores cometidos por su propio bando". Y sostiene que en España hay una paradoja: "Se habla obsesivamente del pasado, pero no se conoce casi nada, sólo versiones partidistas"."Aunque los historiadores hayan hecho bien su trabajo", reflexiona, "aún hoy no se es capaz de tener una visión de conjunto".¿Por qué han tenido tanto éxito esas mitificaciones propagandísticas? Ante todo porque corroboran otro mito más fundamental, generador de todos los demás: que la guerra civil consistió en la lucha entre la democracia y el fascismo, entre el progreso y la reacción, entre la libertad y el oscurantismo. De ahí que los crímenes del Frente Popular tiendan a disculparse o minimizarse como simples excesos ocasionales, mientras que al bando contrario pueden achacársele sin remordimiento todos los crímenes, reales o inventados. Ello tiene como efecto actual la justificación de las tropelías contra la democracia surgida de la transición –es decir, del franquismo–. Y sin embargo es ese mito generador el más endeble de todos.
El bando supuestamente demócrata se componía de comunistas, anarquistas, socialistas, republicanos de izquierda, nacionalistas catalanes y separatistas vascos. ¿Podemos creerlos defensores de la libertad, etcétera? Pocos sostendrán hoy en serio que el anarquismo o el stalinismo fueran demócratas, pero mucha gente tiene la errónea impresión de que los socialistas y los republicanos de izquierda sí lo eran. En cuanto a los republicanos, advirtamos de entrada que apenas tuvieron peso en el Frente Popular de la guerra: eran partidos pequeños, mal organizados, intrigantes y mal avenidos entre sí, y, como indicó su líder principal, Azaña, la mayoría de sus jefes salió del país en cuanto empezaron los tiros. Por todo ello, no podían dar carácter al Frente Popular. Pero además nunca fueron demócratas ni admitían alternancia en el poder. Una clave de la guerra civil fue que esos republicanos rechazaron la victoria electoral de la derecha moderada en 1933, respondieron a ella con intentos golpistas y terminaron aliados con las izquierdas más extremistas y violentas, y supeditados a ellas.
Mucho peor fue el caso del PSOE. Este partido había colaborado con la dictadura de Primo de Rivera, y por eso había llegado a la república como el partido más numeroso, disciplinado y mejor organizado de la izquierda. Su política desde 1933 era prácticamente bolchevique, y su jefe, Largo Caballero, recibió el mote elogioso de el Lenin Español. Largo y otros líderes, en especial Prieto, marginaron a los socialistas moderados de Besteiro y organizaron la insurrección armada, concibiéndola como guerra civil, para imponer su propia dictadura. Lo intentaron en octubre de 1934, causando 1.400 muertos, y fueron derrotados. No por ello cambiaron de actitud, y en 1936 volvieron a crear un proceso revolucionario. El PSOE fue el núcleo decisivo de las izquierdas españolas hasta que los comunistas lo desplazaron, en el curso de la guerra. Era un partido marxista, no democrático, y el principal causante del hundimiento de la república y de la democracia.
El bando supuestamente demócrata se componía de comunistas, anarquistas, socialistas, republicanos de izquierda, nacionalistas catalanes y separatistas vascos. ¿Podemos creerlos defensores de la libertad, etcétera? Pocos sostendrán hoy en serio que el anarquismo o el stalinismo fueran demócratas, pero mucha gente tiene la errónea impresión de que los socialistas y los republicanos de izquierda sí lo eran. En cuanto a los republicanos, advirtamos de entrada que apenas tuvieron peso en el Frente Popular de la guerra: eran partidos pequeños, mal organizados, intrigantes y mal avenidos entre sí, y, como indicó su líder principal, Azaña, la mayoría de sus jefes salió del país en cuanto empezaron los tiros. Por todo ello, no podían dar carácter al Frente Popular. Pero además nunca fueron demócratas ni admitían alternancia en el poder. Una clave de la guerra civil fue que esos republicanos rechazaron la victoria electoral de la derecha moderada en 1933, respondieron a ella con intentos golpistas y terminaron aliados con las izquierdas más extremistas y violentas, y supeditados a ellas.
Mucho peor fue el caso del PSOE. Este partido había colaborado con la dictadura de Primo de Rivera, y por eso había llegado a la república como el partido más numeroso, disciplinado y mejor organizado de la izquierda. Su política desde 1933 era prácticamente bolchevique, y su jefe, Largo Caballero, recibió el mote elogioso de el Lenin Español. Largo y otros líderes, en especial Prieto, marginaron a los socialistas moderados de Besteiro y organizaron la insurrección armada, concibiéndola como guerra civil, para imponer su propia dictadura. Lo intentaron en octubre de 1934, causando 1.400 muertos, y fueron derrotados. No por ello cambiaron de actitud, y en 1936 volvieron a crear un proceso revolucionario. El PSOE fue el núcleo decisivo de las izquierdas españolas hasta que los comunistas lo desplazaron, en el curso de la guerra. Era un partido marxista, no democrático, y el principal causante del hundimiento de la república y de la democracia.
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