Los términos de su declaración, no dejan lugar a dudas en cuanto a la postura del general. Quienes argumentan que accionaron para defenderlo, sencillamente faltan a la verdad, son unos mentirosos, que no hesitan en hacerse llamar “peronistas” para infiltrar al Movimiento, a fin de destrozarlo como los gusanos hacen con las manzanas.
El cuento de “Caperucita Roja”, que pretenden que todos creamos, es la repetición de la fábula que han desparramado, reiteradamente durante su “exilio”, en el exterior del país. Al punto que, estimamos, que ellos mismos se han creído tal mitomanía política. Ellos, que apelaron a las armas, intentando derribar a las autoridades constitucionales, durante la época del peronismo, cuando las Fuerzas Armadas se les adelantan, derribando al gobierno constitucional atacado por los terroristas, dan un giro copernicano, y se constituyen “per sé” en nada menos que “defensores” del gobierno de Isabelita.
Ellos que se titulan legítimos representantes de las aspiraciones populares, no creo que puedan responder al interrogante que se plantea: ¿Si el pueblo, en su gran mayoría apoyaba al general Juan Domingo Perón, con que fin atacaban su gobierno mediante el uso de las armas? ¿Quién les otorgó esa representación popular de la que hacen gala reiteradamente en sus comunicados, que burla la soberanía del pueblo? Nunca lo van a poder responder. Lo que pasa es que en el fondo, ellos saben perfectamente que intentaban usar al general, quien se dio cuenta de tal picardía, puesto que no estaba lelo como ellos presumían infundadamente. La actitud de la guerrilla marxista, demuestra a las claras, que su postura estaba lejos del pueblo. Esta postura acomodaticia, sanguinaria, egoísta, cruel, fue usada y es usada, para aparecer como “víctimas” de los ataques de los militares, es decir exactamente al revés de lo sucedido. Y como los jueces no se molestan en indagar sobre la etiología de los eventos que investiga, ya que lo considerar superfluo, necesariamente el fallo será arbitrario ya que en la individualización de las penas, la Justicia con mayúscula brillará por su ausencia.
Si el general Juan Domingo Perón, hubiera estado vivo, los “peronistas” de opereta, a no dudarlo, lo hubieran sometido a la Justicia, imputándole haber cometido delitos imprescriptibles de Lesa Humanidad o Crímenes de Guerra. Los carteles que ordenó pegar el sindicalismo peronista, los disuadió, ya que si los fieles peronistas no hubieran apelado a esta exhibición de "Lealtad Peronista", tácitamente hubieran dado vía libre para que la memoria del General sufriera el escarnio de ser vituperada por estos indignos. Lo cierto es que, con esa maravillosa intuición, que ni siquiera sus partidarios fueron capaces de captar, Perón profetizó, advirtió, sobre lo que iba a suceder si proseguía el accionar terrorista contra su gobierno constitucional. Y pasó ...
El cuento de “Caperucita Roja”, que pretenden que todos creamos, es la repetición de la fábula que han desparramado, reiteradamente durante su “exilio”, en el exterior del país. Al punto que, estimamos, que ellos mismos se han creído tal mitomanía política. Ellos, que apelaron a las armas, intentando derribar a las autoridades constitucionales, durante la época del peronismo, cuando las Fuerzas Armadas se les adelantan, derribando al gobierno constitucional atacado por los terroristas, dan un giro copernicano, y se constituyen “per sé” en nada menos que “defensores” del gobierno de Isabelita.
Ellos que se titulan legítimos representantes de las aspiraciones populares, no creo que puedan responder al interrogante que se plantea: ¿Si el pueblo, en su gran mayoría apoyaba al general Juan Domingo Perón, con que fin atacaban su gobierno mediante el uso de las armas? ¿Quién les otorgó esa representación popular de la que hacen gala reiteradamente en sus comunicados, que burla la soberanía del pueblo? Nunca lo van a poder responder. Lo que pasa es que en el fondo, ellos saben perfectamente que intentaban usar al general, quien se dio cuenta de tal picardía, puesto que no estaba lelo como ellos presumían infundadamente. La actitud de la guerrilla marxista, demuestra a las claras, que su postura estaba lejos del pueblo. Esta postura acomodaticia, sanguinaria, egoísta, cruel, fue usada y es usada, para aparecer como “víctimas” de los ataques de los militares, es decir exactamente al revés de lo sucedido. Y como los jueces no se molestan en indagar sobre la etiología de los eventos que investiga, ya que lo considerar superfluo, necesariamente el fallo será arbitrario ya que en la individualización de las penas, la Justicia con mayúscula brillará por su ausencia.
Si el general Juan Domingo Perón, hubiera estado vivo, los “peronistas” de opereta, a no dudarlo, lo hubieran sometido a la Justicia, imputándole haber cometido delitos imprescriptibles de Lesa Humanidad o Crímenes de Guerra. Los carteles que ordenó pegar el sindicalismo peronista, los disuadió, ya que si los fieles peronistas no hubieran apelado a esta exhibición de "Lealtad Peronista", tácitamente hubieran dado vía libre para que la memoria del General sufriera el escarnio de ser vituperada por estos indignos. Lo cierto es que, con esa maravillosa intuición, que ni siquiera sus partidarios fueron capaces de captar, Perón profetizó, advirtió, sobre lo que iba a suceder si proseguía el accionar terrorista contra su gobierno constitucional. Y pasó ...
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