(continuación)
“Algunos de ellos eran buscados como criminales de
guerra, por lo que se les
proporcionó identidades y documentos nuevos. Mientras los
americanos siguieran bien provistos con aquel material, no deseaban saber
demasiados detalles, cuando, además, las preguntas hubieran podido ser
demasiado comprometidas. Gracias a sus antiguos colaboradores y al dinero
americano Gehlen consiguió tanta influencia que, finalmente, el posterior
gobierno alemán no tuvo otro remedio que aceptar la ORG como servicio secreto
oficial.”
Se
advierte que la justicia para juzgar a los criminales de guerra, en esos
tiempos, no fue del todo coherente, ya
que las potencias aliadas hicieron la vista gorda, cuando la ocasión fue
propicia. Pero ésa es otra historia.
A
mayor abundamiento vemos que “aún más problemático que la ORG
fue la presencia de los colaboradores e informantes libres contratados por los
servicios americanos y a quienes protegían de la ley. El caso más conocido fue el de
jefe de la Gestapo de Lyon, Klaus Barbie. Escapando de sus perseguidores
franceses, Barbie se había esfumado en Alemania, donde también era buscado por
el CIC.
Sintiéndose cada vez más
acorralado ofreció sus servicios a un departamento del CIC, que lo ocultó de
sus perseguidores. Gracias a sus buenos contactos, pronto dirigió
algunas redes de espionaje en Francia, Rumanía y Alemania. Solo cuando los
rumores de sus actividades se extendieron y cuando Francia exigió su
extradición, el CIC le privó de su protección.
Los americanos, que no tenían ningún interés en que salieran a la
luz detalles de esta colaboración, enviaron a Barbie a la Argentina bajo el nombre de Klaus Altmann. No era un caso único. Los servicios secretos
occidentales contrataron
miles de criminales de guerra buscados
por la justicia. Los propios americanos habían creado una vía
secreta de evacuación para los casos más problemáticos, la llamada «ruta de las
ratas». Con papeles falsificados
y muchas veces en uniformes americanos, los fugitivos fueron transportados a través de la
frontera italiana, donde
con la discreta ayuda del Vaticano fueron conducidos por Génova hasta Nápoles, y desde allí en barco al seguro
refugio de América Latina”.
Señala
“DW” http://www.dw.com/es/eeuu-protegi%C3%B3-a-criminales-de-guerra-nazis-confirman-archivos-de-cia/a-6326914 que
“Los archivos desclasificados de la CIA y del Ejército estadounidense
confirman que, luego de concluida la II Guerra Mundial, oficiales de
inteligencia de las Fuerzas Aliadas protegieron a nazis y criminales de guerra
a cambio de cooperación.
“Indudablemente, el comienzo de la
Guerra Fría trajo consigo
nuevas funciones para los servicios de inteligencia estadounidenses, nuevas prioridades
y también nuevos enemigos. Había menos presión por arreglar cuentas con los alemanes o con los colaboradores del régimen nazi. En ciertos casos, hasta parecía contra productivo”,
se lee en el informe publicado por el Archivo Nacional de los Estados Unidos.”
“El informe lleva el título de “Las
sombras de Hitler: criminales de guerra nazis, los servicios de inteligencia
estadounidenses y la Guerra Fría”, y se basa en información clasificada
existente hasta el 2005 y publicada en el Acta de Divulgación de Crímenes de
Guerra Nazis, en un esfuerzo del Gobierno de
Washington por esclarecer sus propias actitudes. El
contenido de la publicación echa luz sobre una
cantidad de ex miembros de las SS y de la GESTAPO que huyeron de la justicia con el conocimiento y
hasta con ayuda de los EE. UU.”
Rudolf Mildner, por ejemplo,
fue inicialmente arrestado en una operación que
buscaba a nazis que habrían liderado un grupo clandestino de resistencia nazi. Las autoridades
sabían que Mildner había sido miembro de la
Gestapo durante un largo tiempo, pero nunca
lo presionaron para obtener detalles de los crímenes perpetrados por esa
organización contra los judíos o contra otras minorías. Fue detenido e interrogado en
Viena, y los oficiales estadounidenses lo calificaron de “muy confiable y
cooperativo”.
Al
analizar más detalladamente el pasado, sin embargo, se comprobó que Mildner había ordenado la ejecución de
entre 500 y 600 ciudadanos polacos en el campo de concentración de Auschwitz. Confrontado con esas acusaciones, Mildner confesó. En el informe se indica que trató de racionalizar sus actos
alegando que “los alemanes tuvieron que hacer esas cosas en Polonia y Silesia para preservar el orden y
prevenir sabotajes”.
Más
tarde, países como Gran Bretaña y Polonia solicitaron la extradición de Mildner. Pero, de acuerdo con el informe, “perseguir y castigar a
criminales de guerra no
era una alta prioridad en el Ejército a fines de 1946.”
Mildner
se prestó a declarar contra
el jefe de la Central de Seguridad del Tercer Reich (RSHA), Ernst Kaltenbrunner, durante los juicios de Núremberg, por lo cual se lo liberó en 1949. Así, Mildner pudo huir y su paradero es desconocido hasta hoy.
El material recientemente revelado también arroja luz sobre los planes
de la Alemania nazi para Oriente Próximo, donde el liderazgo nazi estableció
vínculos estrechos con el gran muftí de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini.
Husseini
recibió sustancial apoyo económico y logístico de la Alemania nazi con el
objetivo de utilizarlo para controlar a los palestinos una vez que Alemania
hubiera derrotado a Gran Bretaña en Cercano Oriente. Lo que unía a Husseini y a
Berlín era considerar a los judíos su enemigo común.
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