(continuación)
De allí media un solo paso para proceder a perseguir, de mil distintas formas, a las instituciones de seguridad de nuestro país. En los episodios habidos recientemente en España, donde perdieran la vida dos integrantes de la Guardia Civil, en el funeral del fallecido en último término, ultimado en Francia por integrantes de ETA, participaron los Reyes de España, los Príncipes de Asturias, el jefe de Gobierno, la vicepresidente primera, el ministro del Interior, el de defensa y la ministra de Administraciones Públicas, el secretario de Estado de Seguridad, el director del Centro Nacional de Inteligencia, los titulares de ambas Cámaras legislativas, los presidentes del tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional y el fiscal general del estado Español, rindiendo homenaje a quienes ofrendaron su vida en su combate contra la banda de pistoleros ETA, en eventos de público y notorio conocimiento.
Cuando comparamos tal actitud, de las autoridades mas altas del Estado español, con la mezquindad que adoptaron en su momento en la Argentina, las mas altas autoridades, no podemos menos que destacar que algo está fallando. Y creo que, lamentablemente, ese algo posibilita el crecimiento y auge de la delincuencia de todo tipo.
No es cuestión de mano dura o mano blanda, sino de justicia. De adoptar las actitudes del caso y no esconder la basura bajo la alfombra. Tengamos como divisa que los Derechos Humanos, no son monopolio de un grupúsculo privilegiado sino de todos, absolutamente todos los seres humanos. Sin importar raza, color, credo religioso, nacionalidad o si son víctimas o victimarios.
Lamentablemente las autoridades encargadas de hacer respetar la ley y a quienes la sirven, incumplen con sus deberes. Este entuerto tendría solución si nuestro más Alto Tribunal se atreviera a inmiscuirse más en el asunto.
Un país donde el Jefe de Estado recibe a los que hacen mofa de la honestidad y de las instituciones y desvirtúa la aplicación de la ley,
con el pretexto de salvaguardar derechos constitucionales que amparan a un solo y minúsculo sector de la población, dejando indefensa a la otra parte, solamente se puede evitar su eventual destrucción o balcanización, si la Corte Suprema de Justicia de la Nación se pone los pantalones largos y reacciona mediante el accionar de sus decisiones jurisprudenciales. En otros países, la sola autoridad de ellas, es suficiente como para poner las cosas en su lugar.
Un claro ejemplo nos lo dio, oportunamente, la Corte Suprema de los EE. UU. Gracias a que un abogado de color se jugó contra los grandes intereses, Oliver Hill merced a su actividad profesional y recurriendo a la Justicia, logró modificar notablemente la sociedad estadounidense llevando su lucha contra la segregación racial hasta los tribunales, en varios aspectos de la vida cotidiana, como el derecho al voto, la selección de jurados, el acceso al transporte escolar sin diferencias entre negros y blancos, y la defensa de los derechos de igualdad de los ciudadanos negros.
Cuando comparamos tal actitud, de las autoridades mas altas del Estado español, con la mezquindad que adoptaron en su momento en la Argentina, las mas altas autoridades, no podemos menos que destacar que algo está fallando. Y creo que, lamentablemente, ese algo posibilita el crecimiento y auge de la delincuencia de todo tipo.
No es cuestión de mano dura o mano blanda, sino de justicia. De adoptar las actitudes del caso y no esconder la basura bajo la alfombra. Tengamos como divisa que los Derechos Humanos, no son monopolio de un grupúsculo privilegiado sino de todos, absolutamente todos los seres humanos. Sin importar raza, color, credo religioso, nacionalidad o si son víctimas o victimarios.
Lamentablemente las autoridades encargadas de hacer respetar la ley y a quienes la sirven, incumplen con sus deberes. Este entuerto tendría solución si nuestro más Alto Tribunal se atreviera a inmiscuirse más en el asunto.
Un país donde el Jefe de Estado recibe a los que hacen mofa de la honestidad y de las instituciones y desvirtúa la aplicación de la ley,
con el pretexto de salvaguardar derechos constitucionales que amparan a un solo y minúsculo sector de la población, dejando indefensa a la otra parte, solamente se puede evitar su eventual destrucción o balcanización, si la Corte Suprema de Justicia de la Nación se pone los pantalones largos y reacciona mediante el accionar de sus decisiones jurisprudenciales. En otros países, la sola autoridad de ellas, es suficiente como para poner las cosas en su lugar.
Un claro ejemplo nos lo dio, oportunamente, la Corte Suprema de los EE. UU. Gracias a que un abogado de color se jugó contra los grandes intereses, Oliver Hill merced a su actividad profesional y recurriendo a la Justicia, logró modificar notablemente la sociedad estadounidense llevando su lucha contra la segregación racial hasta los tribunales, en varios aspectos de la vida cotidiana, como el derecho al voto, la selección de jurados, el acceso al transporte escolar sin diferencias entre negros y blancos, y la defensa de los derechos de igualdad de los ciudadanos negros.
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