Por cierto que no es nuestra tarea ingresar a los meandros del procedimiento judicial, en tal aspecto, pero no podemos menos que citar algunas circunstancias que estimamos de importancia suma, para que el ciudadano común pueda juzgar con mayor precisión qué sucedía en esa época aciaga.
Cuando el general Juan Domingo Perón regresó a la Argentina, se encontró con que en el país siguieron actuando los grupos guerrilleros terroristas, cuyas actividades persiguió penalmente el gobierno de facto que cesó el 25 de mayo de 1973 y las que “piadosamente” olvidó, el gobierno constitucional de Héctor J. Cámpora mediante la amnistía del caso, sancionada con prisa por el Poder Legislativo, a instancias del titular del Poder Ejecutivo. No olvidemos que la amnistía abarcó a integrantes de las FFAA y los grupos subversivos, sin importar demasiado que los beneficiados hubieran sido imputados o no, por delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, lo que al parecer en esa época no constituía incumplimiento por parte de la Argentina, de los tratados internacionales a los que se obligó. O dicha obligación fue considerada secundaria o nominal. Posiblemente, para esa época, la doctrina internacional, no permitía imputar a organizaciones armadas distintas de las tradicionales Fuerzas Armadas o a paramilitares, violaciones a los derechos interacionales. En la actualidad no rige esta anacrónica doctrina.
Entre estos grupos guerrilleros, debemos distinguir a los de mayor entidad, los Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo. El primer grupo, fue tolerado más tiempo, dado que muchos de sus integrantes eran tropa propia del Partido Peronista. En cambio el segundo grupo estaba constituído por elementos marxistas-trotskistas-leninistas de cuño nihilista-gramsciano, por lo que no se hicieron acreedores de tan privilegiado “trato”.
Es imposible ser justos en nuestras apreciaciones de los eventos sucedidos para esa época, si dejamos de lado una figura, que atrajo como nadie el apoyo de sus conciudadanos. Me refiero al estadista el general Juan Domingo Perón. Esta figura política, combatida con razón o sin ella, por parte de sus conciudadanos, fundó un Movimiento que lleva su nombre y el que fue imbuido de una doctrina que denominó Perón como “Justicialismo”.
A nuestros fines, nos importa recordar que esta doctrina señalaba que los peronistas no apoyaban ni al Imperialismo norteamericano ni al marxismo internacional, porque ocupaban la denominada por ellos “Tercera Posición”. Algo que pretendía ser una postura de equidistancia de ambas doctrinas políticas a las que no adscribía en modo alguno. Advertidos de ello, los radicalizados sectores partidarios fanáticos del marxismo internacional, al no poder vencer en las urnas al peronismo que casi siempre fue mayoría, acudieron a la doctrina del “entrismo” es decir se disfrazaron de peronistas para desde el interior del partido Peronista escalar posiciones y llevar de esta forma agua para su molino. Este disfraz fue utilizado en forma inteligente y sagaz. Que duda cabe. Al punto que, con el pretexto de ayudar a que “regrese el general”, aplicaron una simple añagaza, con lo que lograron fundar grupos armados, que atacando a la autoridad constituida, en realidad sembraban, en terreno fértil su semilla de odio y maldad.
Cuando el general Juan Domingo Perón regresó a la Argentina, se encontró con que en el país siguieron actuando los grupos guerrilleros terroristas, cuyas actividades persiguió penalmente el gobierno de facto que cesó el 25 de mayo de 1973 y las que “piadosamente” olvidó, el gobierno constitucional de Héctor J. Cámpora mediante la amnistía del caso, sancionada con prisa por el Poder Legislativo, a instancias del titular del Poder Ejecutivo. No olvidemos que la amnistía abarcó a integrantes de las FFAA y los grupos subversivos, sin importar demasiado que los beneficiados hubieran sido imputados o no, por delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, lo que al parecer en esa época no constituía incumplimiento por parte de la Argentina, de los tratados internacionales a los que se obligó. O dicha obligación fue considerada secundaria o nominal. Posiblemente, para esa época, la doctrina internacional, no permitía imputar a organizaciones armadas distintas de las tradicionales Fuerzas Armadas o a paramilitares, violaciones a los derechos interacionales. En la actualidad no rige esta anacrónica doctrina.
Entre estos grupos guerrilleros, debemos distinguir a los de mayor entidad, los Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo. El primer grupo, fue tolerado más tiempo, dado que muchos de sus integrantes eran tropa propia del Partido Peronista. En cambio el segundo grupo estaba constituído por elementos marxistas-trotskistas-leninistas de cuño nihilista-gramsciano, por lo que no se hicieron acreedores de tan privilegiado “trato”.
Es imposible ser justos en nuestras apreciaciones de los eventos sucedidos para esa época, si dejamos de lado una figura, que atrajo como nadie el apoyo de sus conciudadanos. Me refiero al estadista el general Juan Domingo Perón. Esta figura política, combatida con razón o sin ella, por parte de sus conciudadanos, fundó un Movimiento que lleva su nombre y el que fue imbuido de una doctrina que denominó Perón como “Justicialismo”.
A nuestros fines, nos importa recordar que esta doctrina señalaba que los peronistas no apoyaban ni al Imperialismo norteamericano ni al marxismo internacional, porque ocupaban la denominada por ellos “Tercera Posición”. Algo que pretendía ser una postura de equidistancia de ambas doctrinas políticas a las que no adscribía en modo alguno. Advertidos de ello, los radicalizados sectores partidarios fanáticos del marxismo internacional, al no poder vencer en las urnas al peronismo que casi siempre fue mayoría, acudieron a la doctrina del “entrismo” es decir se disfrazaron de peronistas para desde el interior del partido Peronista escalar posiciones y llevar de esta forma agua para su molino. Este disfraz fue utilizado en forma inteligente y sagaz. Que duda cabe. Al punto que, con el pretexto de ayudar a que “regrese el general”, aplicaron una simple añagaza, con lo que lograron fundar grupos armados, que atacando a la autoridad constituida, en realidad sembraban, en terreno fértil su semilla de odio y maldad.
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