viernes, abril 13, 2012

Capítulo 488 - Quien se arrepiente es merecedor a la remisión



                                                                                                          La injusticia

(continuación)
Nos señala seguidamente que “ (...) Ningún justificativo nos vuelve inocentes. No hay ‘causas’ ni ‘ideales’ que sirvan para eximirnos de culpa. Se trata, por lo tanto, de asumir ese acto esencialmente irredimible, la responsabilidad inaudita de haber causado intencionalmente la muerte de un ser humano. Responsabilidad ante los seres queridos, responsabilidad ante los otros hombres, responsabilidad sin sentido y sin concepto ante lo que, titubeantes, podríamos llamar ‘absolutamente otro’. Más allá de todo y de todos, incluso hasta de un posible Dios, hay el No Matarás. (…). Este reconocimiento me lleva a plantear otras consecuencias que no son menos graves: reconocer que todos los que, de alguna manera, simpatizamos o participamos, directa o indirectamente, en el movimiento Montoneros, en el ERP (N. de R: Ejército Revolucionario del Pueblo), en la FAR (N. de R: Fuerzas Armadas Revolucionarias) o en cualquier otra organización armada, somos responsables de sus acciones."

Es la primera vez que podemos enterarnos de que alguien, oportunamente tan comprometido con los terroristas, nos señala que ningún ideal justifica quitar la vida a otro ser humano. Reconocemos que se necesita tener muchas agallas para adoptar tal actitud, sobre todo en los tiempos que corren, donde no existe persona que no se jacte de haber "luchado contra los milicos". Son lo que diríamos un "As de cartón" como se  conoce en el vulgo, a este tipo de "sastrecillos valientes". "Repito, no existe ningún ‘ideal’ que justifique la muerte de un hombre, ya sea del general Aramburu, de un militante o de un policía.(...) ¿Qué diferencia hay entre Santucho, Firmenich, Quieto y Galimberti, (N de R: conocidos subversivos) por una parte, y Menéndez, Videla o Massera (N de R: generales los dos primeros y almirante el último), por la otra? Si uno mata, el otro también mata. Esta es la lógica criminal de la violencia. Siempre los asesinos, tanto de un lado como del otro, se declaran justos, buenos y salvadores. Pero si no se debe matar, y se mata, el que mata es un asesino, el que participa es un asesino, el que apoya, aunque sólo sea con su simpatía, es un asesino. Y mientras no asumamos la responsabilidad de reconocer el crimen, el crimen sigue vigente. Más aún. Creo que parte del fracaso de los movimientos ‘revolucionarios’ que produjeron cientos de millones de muertos en Rusia, Rumania, Yugoslavia, China, Corea, Cuba, etc., se debió principalmente al crimen. 

Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotsky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara. No sé si es posible construir una nueva sociedad, pero sé que no es posible construirla sobre el crimen y los campos de exterminio. Por eso las ‘revoluciones’ fracasaron y al ideal de una sociedad libre lo ahogaron en sangre. Es cierto que el capitalismo, como dijo Marx, desde su nacimiento chorrea sangre por todos los poros. Lo que ahora sabemos es que también al menos ese ‘comunismo’ nació y se hundió chorreando sangre por todos sus poros. Al decir ésto no pretendo justificar nada ni decir que todo es lo mismo. El asesinato, lo haga quien lo haga, es siempre lo mismo. Lo que no es lo mismo es la muerte ocasionada por la tortura, el dolor intencional, la sevicia.  (... )  Aunque pueda sonar a extemporáneo, corresponde hacer un acto de contrición y pedir perdón. El camino no es el de ‘tapar’, como dice Juan Gelman, (N. de R: Juan Gelman, además de escritor, es un jerarca guerrillero que se aburrió de matar o de colaborar para que otros lo hagan. Pertenecía a la banda los Montoneros, similar a los asesinos de ETA) porque eso -agrega- “es un cáncer que late constantemente debajo de la memoria cívica e impide construir de modo sano”. Es cierto. Pero, para comenzar, él mismo (que padece el dolor insondable de tener un hijo muerto, quien, debemos reconocerlo, también se preparaba para matar) tiene que abandonar su postura de poeta-mártir y asumir su responsabilidad como uno de los principales dirigentes de la dirección del movimiento armado Montoneros. 

Su responsabilidad fue directa en el asesinato de policías y militares, a veces de algunos familiares de los militares, e incluso de algunos militantes montoneros que fueron ‘condenados’ a muerte. Él debe confesar esos crímenes y pedir perdón, por lo menos, a la sociedad. No un perdón verbal sino el perdón real que implica la supresión de uno mismo. Es hora, como él dice, de que digamos la verdad. Pero no sólo la verdad de los otros sino ante todo la verdad ‘nuestra’. “El “poeta-mártir” fue uno de los principales dirigentes de Montoneros. Su responsabilidad en el asesinato de militares, policías y algunos familiares de ellos o de militantes de la organización “condenados a muerte” no impidió que el Reino de España lo condecorara ¿????) Según él, pareciera que los únicos asesinos fueron los militares, y no el EGP, el ERP y los Montoneros. ¿Por qué se excluye y nos excluye, no se da cuenta de que así ‘tapa’ la realidad? Gelman y yo fuimos partidarios del comunismo ruso, después del chino, después del cubano, y como tal, callamos el exterminio de millones de seres humanos que murieron en los diversos gulags del mal llamado ‘socialismo real’. ¿No lo sabíamos? El no saber, el hecho de creer, de tener una presunta buena fe o buena conciencia, no es un argumento, o es un argumento bastardo. No sabíamos porque, de alguna manera, no queríamos saber. Los informes eran públicos. ¿O no existieron Gide, Koestler, Víctor Serge e, incluso, León Trotsky, entre tantos otros? Nosotros seguimos en el Partido Comunista hasta muchos años después que el Informe Khruschev denunciara los ‘crímenes de Stalin’. Esto implica responsabilidades. También implica responsabilidad haber estado en la dirección de Montoneros (Gelman dirá, por supuesto, que él no estuvo en la Dirección, que él era un simple militante, que se fue, que lo persiguieron, que lo intentaron matar, etc., lo cual, aun en el caso de que fuera cierto, no lo exime de su responsabilidad como dirigente e, incluso como simple miembro de la organización armada). Los otros mataban, pero los ‘nuestros’ también mataban. Hay que denunciar con todas nuestras fuerzas el terrorismo de Estado, pero sin callar nuestro propio terrorismo. Así de dolorosa es lo que Gelman llama la ‘verdad’ y la ‘justicia’. Pero la verdad y la justicia deben ser para todos. Habrá quienes digan que mi razonamiento -pero este no es un razonamiento sino una constricción-, es el mismo que el de la derecha, que el de los Neustadt y los Grondona. No creo que ese sea un argumento. Es otra manera de ‘tapar’ lo que pasó. Muchas veces nos callamos para no decir lo mismo que el ‘imperialismo’. Ahora se trata, y es lo único en que coincido con Gelman, de la verdad, la diga quien la diga. Yo parto del principio del ‘no matar’, y trato de sacar las conclusiones que ese principio implica. No puedo ponerme al margen y ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, o a la inversa. Yo culpo a los militares y los acuso porque secuestraron, torturaron y mataron. Pero también los ‘nuestros’ secuestraron y mataron. Menéndez es responsable de inmensos crímenes, no sólo por la cantidad sino por la forma monstruosa de sus crímenes. Pero Santucho, Firmenich, Gelman, Gorriarán Merlo y todos los militantes y yo mismo, también lo somos. De otra manera, también nosotros somos responsables de lo que sucedió. Esta es la base, dice Gelman, de la salvación. Yo también lo creo”. 

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