lunes, mayo 01, 2017

Capítulo 928 - Donde hablamos de la Junta Coordinadora Revolucionaria (J.C.R.)













(continuación)


Cada vez que lo consideraron necesario para obtener sus fines, los revolucionarios marxistas apelaron al empleo del ‘terrorismo’, esto es, el método de usar sistemáticamente la violencia para conseguir objetivos.  De esa forma lograba el efecto perseguido: la creación de un estado espiritual de inseguridad, desazón, desorientación y miedo en la población que generaba su parálisis y facilitaba luego su dominio y posterior control.

Consideramos necesario reiterar que las organizaciones subversivas planteaban la Guerra Revolucionaria como ‘total, integral y prolongada’; por lo tanto resulta fundamental entender que se trata de una lucha política, ideológica, económica, cultural y militar. Consecuentemente, esa experiencia nos impone estar alerta y mantener siempre un juicio racional con claridad de ideas para detectar ataques o desviaciones ideológicas-revolucionarias en cualquiera de esos ámbitos, a efectos de poder prevenir e impedir repeticiones sangrientas como las que nos tocó vivir.”

El “Boletín 14, nos recuerda que “De esa idea primigenia del Che nació la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), que tuvo una importante gravitación en el desarrollo de la guerra subversiva en el cono sur latinoamericano.  

Sus antecedentes se remontan al año 1968, en que comenzó en forma no orgánica y mediante reuniones bilaterales, la colaboración entre el PRT ERP (Argentina), el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria - Chile), el MLN -- Tupamaros (Movimiento de Liberación Nacional -Uruguay) y el ELN (Ejército de Liberación Nacional - Bolivia) . Estos contactos y consecuentes reuniones entre sus cuadros, les permitió un fluido intercambio de experiencias, a la vez que los estimuló para crear una organización internacional que les permitiera a través de la cooperación y la acción armada conjunta la imposición de gobiernos comunistas en los cuatro países asociados.

En julio de 1971, una delegación del PRT encabezada por Roberto Santucho viajó a CUBA, invitada a los festejos del aniversario del asalto al cuartel de La Moncada. Allí se concretó su acercamiento al Movimiento Comunista Internacional, liderado por la URSS y se afianzaron sus contactos con el MNL Tupamaros. 


Allí se retomó la concepción estratégica de CUBA de apropiarse del control de la Guerra Revolucionaria en el ámbito del Cono Sur, utilizando una organización supranacional, para coordinar el ataque a las instituciones de los Estados.

En noviembre de 1972 se realizó en Santiago de Chile la reunión fundacional de la Junta Coordinadora Revolucionaria, de la cual participaron la Comisión Política del MIR, miembros uruguayos de la Dirección Nacional del MLN Tupamaros y tres representantes del Buró Político del PRT.

Miguel Enríquez, secretario general del MIR, expuso la necesidad de concretar esa organización internacional para llevar a cabo la lucha armada para la implantación del socialismo, tomando como ejemplo la revolución cubana.

Nos agradaría que algún magistrado que cumpliera idóneamente con su tarea, tendiente a esclarecer lo sucedido individualizando al o a los autores de ciertos eventos que podrían constituir delitos internacionales, violadores de los derechos humanos, se hubiera tomado la molestia de confirmar este dato para, eventualmente adquirirlo como elemento de convicción, en la investigación de los diversos atentados de los terroristas subversivos.”

El Boletín 3 de “Historia 70” nos destaca en su web, en apretada síntesis, lo sucedido en nuestra Latinoamérica. No tenemos que añadir a esta narrativa un solo punto ya que es un espejo fiel de los acontecimientos que sirvieron para ensangrentar la historia de varios países hermanos.  Hace acertada referencia a las fuerzas de la anomia y de la anarquía, que en diversos países, en distintas épocas de la década del 60 y del 70 intentaron, sin éxito, sembrar la semilla de la discordia y de la desintegración moral: “Hoy resulta muy difícil entender cómo se justificaba la aparición de focos guerrilleros que practicaban el terrorismo en países que gozaban de un largo período de paz previo (en algunos casos desde el siglo XIX) y cuyos territorios no estaban ocupados por tropas extranjeras.”
“Ese intento de desarrollar la Guerra Revolucionaria trató de justificarse con una prédica sistemática y una campaña de propaganda disociadora que apeló a conceptos vagos, pero de fuerte efecto emocional: ‘neocolonialismo’, ‘violencia estructural’, ‘violencia de arriba’, ‘cambio de estructuras’, ‘fuerzas armadas de ocupación’, ‘ejército pretoriano’, ‘aliados del imperialismo’, etc, etc. Simultáneamente se explotaban o agudizaban todos los problemas socio-económicos subyacentes de cada sociedad atacada.

“Prácticamente la totalidad de los países de la región sufrió los embates de la Guerra Revolucionaria exportada desde Cuba en 1959 y potenciada nuevamente desde La Habana en 1967, con la realización de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), que llamó a los 27 países del área presentes en la cumbre subversiva, para que constituyeran ‘Ejércitos de Liberación Nacional’ en apoyo y expansión de la Revolución Cubana.”

La Guerra Revolucionaria en Sudamérica tuvo un alto componente de ‘guerra de guerrillas’, a punto tal que se generalizó el término ‘guerrillero’ para señalar a todos aquellos que participaban en la guerra subversiva-terrorista. De acuerdo con las características geográficas, sociales y políticas de cada país, la Guerra Revolucionaria se desarrolló en el ámbito rural o el ámbito urbano.”
“Venezuela, Perú, Bolivia y Colombia fueron países donde prevaleció netamente la guerrilla rural, y es de remarcar que en este último país todavía existe una fortísima presencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) creadas en 1964, hecho agravado en la actualidad por su vinculación con el narcotráfico.

En cambio, la característica preponderante de la guerrilla en el Brasil y el Cono Sur (Argentina, Chile y Uruguay) fue su carácter predominantemente urbano –‘guerrilla urbana’- Esos combatientes, surgidos generalmente de sectores medios universitarios, necesitaban imperiosamente contar con el apoyo y colaboración de sectores de la población para proveerse de relevos de personal y de medios materiales. Sus acciones violentas contra la sociedad se desarrollaron inicialmente en forma discriminada.
 
Los integrantes de esas organizaciones armadas clandestinas centraban sus ataques básicamente sobre el personal policial y militar, agentes del Estado y otros enemigos políticos claramente identificados (sindicalistas, empresarios nacionales y extranjeros, diplomáticos); sin embargo, en etapas posteriores, llegaron a emplear atentados terroristas indiscriminados con el objeto de paralizar a la sociedad mediante el terror.

Esa guerrilla que apoyaba a la subversión terrorista, es decir, a la Guerra Revolucionaria, apareció en Argentina a fines de la década del 50, tuvo un incremento significativo hacia 1970 y alcanzó su máxima expresión entre 1973 y 1977.

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