martes, julio 10, 2012

Capítulo 520 - Atrocidades desconocidas del Frente Popular durante la Guerra Civil Española.



(continuación)

“En los años 1937 y 1938 (…) en la culta ciudad de Barcelona, bajo la “República” española y el Estatuto catalán, los hombres construyeron ergástulas de tortura refinada, infinitamente más completas y perfectas que las de los siglos bárbaros, para hacer sufrir, física y psíquicamente a otros hombres por el solo hecho de no pensar en la misma forma que sus verdugos”. “La cheka llamada de Vallmajor era el local social de la Sección sexta del SIM (…); a pesar de su relativa pequeñez, la población penal existente en ella fue de unos 350 a 550 reclusos. El otro “preventorio” del SIM estaba situado en la calle Zaragoza, y albergaba una población penal de unos 300. En ambos “centros penitenciarios” se empleaban bastantes métodos de tortura: la “nevera”, la “verbena” la “silla eléctrica”, o el “huevo”, a más de traumatismos directos en verdadera riqueza de modalidades, ora el puñetazo, cuyos resultados iban desde el manto cardenalicio con hemorragia hasta la rotura de huesos y extirpación de ojo, o bien el “vergajazo” o la delicada ingeniosidad de saltar sobre los pies desnudos del presos, o tostárselos a fuego lento.  La “verbena” consistía en un cajón de madera cuyas dimensiones obligaban a estar encogido, ni de pie ni sentado, dando frente a una mirilla con una potente lámpara encendida, mientras la tapa superior golpeaba sobre la cabeza con fuerte ruido. Se consiguió por este método un máximo de sufrimiento físico y psíquico. La “silla eléctrica” servía para convulsionar al que en ella se sentaba, con descargas de diferente y creciente intensidad (…)  Eran tan horribles y espantosos los sufrimientos, que se produjeron muchos intentos de suicidio. M. Robles se tiró al patio, y aquel sonriente y bondadoso viejo, Francisco Morera, regresó de un interrogatorio lleno de sangre que le manaba hasta por las orejas, y, después de unas horas de insensibilidad en el suelo, se ahorcó de un grifo a setenta centímetros del piso, con su cinturón. Son dos botones de muestra”. (N. de R: como es fácil advertir al lector, quienes instalaron algo similar en la ESMA no fueron originales, ya que integrantes del bando de la República ya había   “instalado” esta verdadera máquina de torturar y matar. Claro que, en estos casos tan especiales, como los imputados de haber cometido tales inhumanas tropelías no eran del bando de la derecha, no fueron imputados sus autores, sino a la ligera, sin profundizar mayormente sobre estos eventos aberrantes. Al punto que la mayoría de los profanos, no tiene idea de lo sucedido en esa época, en el territorio de la Madre Patria. Quienes nos hicieron llegar las noticias del conflicto entre hermanos, que allí se desarrollaba,  se caracterizaban por profesar hacia los republicanos una no oculta simpatía.).

Prosiguiendo con lo que refiere D. Pío Moa, “Otra especialidad fueron los campos de concentración, llamados eufemísticamente “de trabajo”, mucho más brutales que cualesquiera del bando contrario: “Entre tales campos, el más célebre por su negra historia fue el número 3, situado en Omells de Nagaia (Lérida), que, en los últimos tiempos tuvo por jefe a un tipo (…) llamado Monroy, que tenía más muertos sobre su conciencia que pelos en la espesa barba. Allí, entre muchísimos otros, mataron a varios amigos; me acuerdo siempre del jovial médico Casimiro Torrens, apolítico, tan buena persona y llena de vida… a quien asesinaron porque se negó a certificar la defunción, por enfermedad, de un preso muerto tras un bárbaro y prolongado martirio. El campo núm. 1 estuvo en Hospitalet del Infante, y tuvo como jefe también a Monroy. Mucha fue, asimismo, la gente en él asesinada, en virtud de la opinión del Mandamás de que “quien no podía trabajar no servía a la República” y, por tanto, se le pegaba un tiro en la nuca. Solía curar a los enfermos de febrículas obligándoles a permanecer, en pleno invierno, veinte minutos dentro del mar, escogiendo para ello la hora del atardecer y buscando, incluso, los días ventosos, tan frecuentes en aquella costa. Deporte favorito en el tal “campo” era el de lanzar piedras sobre los desdichados presos (…) Sin duda por esto y por su ferviente espíritu republicano, le nombraron (a Monroy) jefe de los campos de concentración, durante cuyo mando se mató a los recluidos en ellos por los motivos más nimios...” Hay que decir que sobre las chekas y los campos de concentración dieron también testimonio diversos izquierdistas que los sufrieron en las represalias mutuas entre las izquierdas.” (...). (Seleccionado de la web española de Libertad Digital, “Sadismo Republicano”, del 03-01-11, de D .Pío Moa)

Destaca además que “Uno de los tópicos sobre nuestra guerra civil –después de caer por tierra el embuste de que la represión nacional fue muy superior a la roja– afirma que en los dos bandos hubo un terror parecido. Quizá en cifras absolutas sea así, pero no, desde luego, en la intensidad de los odios y de la crueldad, en la cual el Frente Popular superó, con mucho, a sus contrarios. Hice algunas referencias al hecho en Los mitos de la guerra civil, un rasgo casi siempre mezclado con robos y pillajes masivos.”
“Como, en términos puramente humanos, los dos bandos pertenecían al mismo país, resultan un poco chocantes estas diferencias. La clave no está, desde luego, en las personas mismas, sino en las concepciones y sistemas políticos implicados. He expuesto en varias ocasiones y libros la frecuente invocación al odio como arma revolucionaria por parte del PSOE y de otros partidos de izquierda. A menudo la derecha ha calificado de "fratricida" a la guerra civil, pero este era un concepto muy alejado de la izquierda: incluso una persona relativamente moderada como Federica Montseny negaba cualquier posible sentimiento fraternal, afirmando que entre su bando y el contrario había más diferencias que entre los habitantes de la Tierra y los eventuales marcianos. Según las doctrinas izquierdistas, las derechas no representaban otra cosa que la opresión, el atraso, la explotación de los trabajadores y el oscurantismo religioso. No había, por tanto, ninguna razón para tenerles consideraciones. Admitiendo ese punto de vista, su odio resultaba mucho más radical de lo que podía ser el de la derecha, pues esta, debía admitirse, se veía obligada a limitar su terror y a respetar a la masa de las izquierdas, ya que vivía de explotarlas (aunque la mitad del pueblo, al menos, votase a los explotadores). En cambio las izquierdas nada tenían que perder, más bien al contrario, exterminando a sus enemigos. Y con tanta mayor saña y despreocupación moral podían hacerlo cuanto que, desdeñosos de ideas religiosas, sabían que no había otra vida en la que debieran penar por ningún crimen. Si alguna contención hubo, derivó del mal efecto de su terror en otros países a cuya ayuda aspiraban, y del miedo creciente a perder la guerra y sufrir las consecuencias.”

“La propaganda "republicana", es decir, del Frente Popular y de inspiración básicamente comunista, ha achacado las atrocidades a los anarquistas, cuando en verdad todos las cometieron; o, alternativamente, a "venganzas" lamentables pero comprensibles por parte de gente inculta y secularmente oprimida. En realidad fueron los dirigentes de los partidos, gente relativamente culta e imbuida de doctrinas utópicas, quienes con sus propagandas incitaron a la gente año tras año, y organizaron de forma sistemática el terror mediante las chekas, el SIM y otros medios. Una variante de esa falsedad, en Cataluña, consistió en la atribución de los crímenes a "los murcianos y andaluces" inmigrados. Pero, observa José María Fontana (Los catalanes en la guerra de España), la intensidad del terror en Cataluña fue superior al de otras regiones, y en él participaron todos los partidos y toda clase de apellidos regionales.” (Seleccionado de la web de Libertad Digital, del 07-01-11)

Se ha señalado que la historia, al estudiar los hechos y procesos del pasado humano, es un útil para la comprensión del presente y plantear posibilidades para el futuro. El repaso de eventos similares, mediante la heurística, nos obligan a aplicar principios, reglas, estrategias y programas que faciliten la solución a los problemas que se plantean en los casos similares a los examinados. Entendemos que acudir a los sucesos desarrollados, por ejemplo, en la España de la década del 30, nos permite aplicar la experiencia de ellos y de tal suerte entender lo que pasó allí, las soluciones y los tropiezos que se tuvieron que encontrar, lo que a la postre posibilita poder no incurrir en los mismos errores  señalándonos cual de los caminos es el equivocado. Otra finalidad no nos guía. El propósito del detenido estudio de lo sucedido y sus secuelas sangrientas, debería servirnos de ejemplo,  para evitar dar pasos en falso. Se ha dicho que la historia se repite. Nosotros creemos que, como los actores de la historia son los hombres, con sus virtudes y sus defectos, dadas ciertas condiciones la reacción, positiva o negativa se repite automáticamente. 

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