Justicia Deteriorada
(continuación)
“En el comunicado de
prensa que el Tribunal emitió con fecha 3 de
septiembre del 2004 enumeraron algunas de las
conductas irregulares que a criterio del Tribunal habían sido
cometidas o -cuanto menos- toleradas por el juez: haber obtenido, al margen de las leyes vigentes, información de los
imputados detenidos; haber interceptado
conversaciones telefónicas de abogados defensores; haber realizado un pago a uno de los imputados para
obtener una declaración y diferentes promesas a otros imputados; haber ejercido presión sobre
otros detenidos; haber filmado subrepticiamente
a imputados y testigos, filmaciones que luego
destruyó substrayendo tales evidencias del
conocimiento de las partes y del Tribunal Oral; haber
implementado un mecanismo de formación de legajos que fueron mantenidos ajenos
al conocimiento de la mayoría de las partes, haber
facilitado encuentros entre representantes de algunas de las querellas con un
detenido en el ámbito del juzgado; haber
obtenido furtivamente una grabación de una entrevista con letrados de una de
las querellas, haber
autorizado que un oficial superior de la policía entrevistara a uno de los
imputados detenidos y haber violado sistemáticamente el secreto que ampara el
ejercicio de la abogacía, entre otras. Estos temas son los desarrollados en el capítulo VIII y
que revelan –para el Tribunal- la parcialidad del juez”. (…)
“Una vez acreditada la parcialidad del
magistrado -a partir de los hechos que se han individualizados
precedentemente y que se explicarán a continuación- el Tribunal
entendió que la situación no sólo imponía la necesidad de
que se investigara al juez instructor sino que
era necesario la sanción de nulidad de tales
actos, ya que los actos procesales producidos
afectaban la garantía de imparcialidad y de defensa en juicio y por ello no
resultaba posible asignarles valor. Los
actos y la voluntad del juez, advertida su parcialidad, resultaban un todo
inescindible”. La defensa de los iraníes
aprovechó la singular ocasión para solicitar
que se dejen sin efecto las circulares rojas. Si bien no se revocaron las ordenes de captura, lograron que se suspendan las mismas, habida cuenta las gravísimas irregularidades en que se habría incurrido durante las investigaciones.
La denuncia de encubrimiento del delito de lesa humanidad, formulada por el
Fiscal Nisman, desestimada oportunamente “in limine” por la Justicia no es una
denuncia más ya que añade a la pléyade de delitos internacionales un singular
plus. No se
trata de otro delito, se trata del encubrimiento
del delito de lesa humanidad, que habida cuenta
los abundantes antecedentes del caso, es
imperioso que no se lo trate como un delito común sino debe dársele la importancia que el caso amerita. Los
antecedentes de la irregular investigación del atentado a la AMIA, nos
demuestran que no sólo el evento fue extraordinario -se trata del más grande atentado registrado en la
historia del país- sino que la investigación judicial fue gravemente irregular. El mismo Tribunal que se encargó de revisar los
elementos de convicción adquiridos en el curso de la investigación y la tarea
investigativa pertinente para ello, calificó la misma como a una Inquisición rediviva. Recordemos los abusos señalados por las
autoridades judiciales y las gravísimas consecuencias derivadas del delictivo
proceder. Tales antecedentes, obligan a los magistrados a ser muy cautos, para
valorar ulteriores elementos de juicio adquiridos y eventuales denuncias
conexas. A nadie le resulta extraño que, subvalorando los mismos, la Justicia
pudiera ser engañada nuevamente, con las consiguientes consecuencias. De allí
que la norma a seguir en lo futuro es “caminar con pies de plomo”. Dicho con el mayor de los respetos a la augusta tarea de impartir Justicia.
Hemos seleccionado unos párrafos, glosados en la sentencia, que sin duda
contribuirán a poder valorar integralmente lo sucedido, evitando que
interesados “aportes” pretendan desviar la investigación en torno al delito de
lesa humanidad y su encubrimiento. Comienzan tales párrafos refiriendo que “Khalil Ghatea era un ciudadano de nacionalidad iraní que el 4 de abril de 1994 intentó salir del país a
través del aeropuerto internacional de Ezeiza utilizando un pasaporte norteamericano
ajeno, que luego se determinó que era robado. Los empleados de Canadian Airlines–aerolínea
en la que pretendió viajar- le hicieron una serie de preguntas de rigor que
demostraron que Khalil Ghatea ni hablaba ni comprendía el idioma inglés. La
situación les resultó sospechosa, razón por la cual lo hicieron descender pues
–según explicaron- cualquier aerolínea que lleva a un pasajero que no va a
poder ingresar al país de destino es multada.
Khalil Ghatea quedó
detenido a disposición del Dr. Santa Marina, Juez Federal de Lomas de Zamora y
se inició la causa 1223. Según Lifschitz, -quien fuera prosecretario del
Juzgado Federal del Dr. Galeano- el juez dispuso la intervención del teléfono
del domicilio de Khalil Ghatea. Tal como lo sostiene Galeano en su resolución del 5 de marzo
del 2003, Khalil Ghatea vivió en el mismo
domicilio que Ali Reza Halvaei, otro iraní que
fue investigado en la causa cuyo
domicilio recién fue allanado en el año 1998El 11 de julio de 1994 –una semana antes del
atentado- Khalil Ghatea solicitó autorización al Dr. Santa Marina para dejar el
país y viajar con destino a Irán, por el término de 30 días. La autorización
fue concedida e intentó salir del país el 25 de julio de ese año, con su
pasaporte iraní. Sin embargo, un funcionario de la Dirección General
de Migraciones de nombre Rigamonti –que tiempo después se pondría en contacto con Lifschitz- le
impidió la salida pues a raíz del atentado existía una orden genérica de
impedir la salida del país de ciudadanos iraníes. Además, manifestó haber encontrado errores
groseros en la visa del pasaporte de Ghatea. Inmediatamente la Cámara de Apelaciones –superior del Dr. Santa Marina- revocó la autorización de viaje previamente concedida.
Por otro lado, el día del atentado, 18 de julio, el Dr. Santa Marina habría pedido una serie de intervenciones telefónicas de otros iraníes. De estos cruzamientos habría surgido –siempre según los datos proporcionados por Claudio Lifschitz- llamados incluso uno de Moshen Rabanni efectuados el 25 de julio, día que Ghatea intentó salir del país. Tanto Santamarina como la SIDE (Contrainteligencia) tenían datos sobre Rabanni y otros ciudadanos iraníes (Nasser Rashmani y Ali Halvaei), desde antes del atentado. Incluso la SIDE ha aportado fotografías de Rabanni buscando una camioneta Traffic para comprar. En su declaración ante el Tribunal Oral Federal No. 3 Lifschitz relató que se había enterado que el padre de un compañero de la escuela de su hijo quería juntarse con él para hablar unos temas relacionados con la causa Amia. Este señor resultó ser Rodolfo Rigamonti, un supervisor de la Dirección General de Migraciones que le habló del tema de Khalil Ghatea, de quien Lifschitz no había escuchado hablar nunca hasta ese momento. Rigamonti le relató que René Navarre y Horacio Moreno –funcionarios de migraciones- estaban involucrados en el ingreso de gente de medio oriente (sic) al país, y que con ayuda de estos funcionarios Khalil Ghatea había pasado los controles migratorios. En el encuentro Rigamonti le entregó a Lifschitz una fotocopia del pasaporte iraní, que contenía la visa fraguada de Ghatea con groseros errores de redacción; y le comentó que el día del intento de salida Khalil Ghatea los inspectores de migraciones Moreno y Navarre habían destruido de manera irregular la tarjeta de embarque del ciudadano iraní y habían confeccionado una nueva.
El mismo viernes en que se llevó a cabo la reunión Lifschitz se puso inmediatamente en comunicación con el juez Galeano quien le habría dicho a Lifschitz que no había oído hablar de Khalil Ghatea, y que el lunes hablarían del tema del tribunal. El juez organizó una reunión con gente de la SIDE –de 85- quienes explicaron que esos datos debían conocerlos los agentes de operaciones de la Secretaría y no los que trabajaban en análisis de información. Si bien Lifschitz le dijo al Juez Galeano que Rigamonti estaba dispuesto a prestar declaración testimonial en el juzgado, el juez decidió ingresar la información a través de un “anónimo”, que debieron confeccionar Lifschitz y otra empleada del juzgado, consignando luego en la causa que en un sobre papel madera se había dejado esa documentación en la mesa de entradas del juzgado. Con este anónimo se inicia el legajo “Khalil Ghatea”.
Por otro lado, el día del atentado, 18 de julio, el Dr. Santa Marina habría pedido una serie de intervenciones telefónicas de otros iraníes. De estos cruzamientos habría surgido –siempre según los datos proporcionados por Claudio Lifschitz- llamados incluso uno de Moshen Rabanni efectuados el 25 de julio, día que Ghatea intentó salir del país. Tanto Santamarina como la SIDE (Contrainteligencia) tenían datos sobre Rabanni y otros ciudadanos iraníes (Nasser Rashmani y Ali Halvaei), desde antes del atentado. Incluso la SIDE ha aportado fotografías de Rabanni buscando una camioneta Traffic para comprar. En su declaración ante el Tribunal Oral Federal No. 3 Lifschitz relató que se había enterado que el padre de un compañero de la escuela de su hijo quería juntarse con él para hablar unos temas relacionados con la causa Amia. Este señor resultó ser Rodolfo Rigamonti, un supervisor de la Dirección General de Migraciones que le habló del tema de Khalil Ghatea, de quien Lifschitz no había escuchado hablar nunca hasta ese momento. Rigamonti le relató que René Navarre y Horacio Moreno –funcionarios de migraciones- estaban involucrados en el ingreso de gente de medio oriente (sic) al país, y que con ayuda de estos funcionarios Khalil Ghatea había pasado los controles migratorios. En el encuentro Rigamonti le entregó a Lifschitz una fotocopia del pasaporte iraní, que contenía la visa fraguada de Ghatea con groseros errores de redacción; y le comentó que el día del intento de salida Khalil Ghatea los inspectores de migraciones Moreno y Navarre habían destruido de manera irregular la tarjeta de embarque del ciudadano iraní y habían confeccionado una nueva.
El mismo viernes en que se llevó a cabo la reunión Lifschitz se puso inmediatamente en comunicación con el juez Galeano quien le habría dicho a Lifschitz que no había oído hablar de Khalil Ghatea, y que el lunes hablarían del tema del tribunal. El juez organizó una reunión con gente de la SIDE –de 85- quienes explicaron que esos datos debían conocerlos los agentes de operaciones de la Secretaría y no los que trabajaban en análisis de información. Si bien Lifschitz le dijo al Juez Galeano que Rigamonti estaba dispuesto a prestar declaración testimonial en el juzgado, el juez decidió ingresar la información a través de un “anónimo”, que debieron confeccionar Lifschitz y otra empleada del juzgado, consignando luego en la causa que en un sobre papel madera se había dejado esa documentación en la mesa de entradas del juzgado. Con este anónimo se inicia el legajo “Khalil Ghatea”.