viernes, setiembre 21, 2012

Capítulo 543 - En España no se toleran humillaciones a las víctimas del terrorismo ni apología a sus verdugos.








(continuación)
Demás está decir que las investigaciones judiciales, relacionadas con los eventos antes referidos, no son investigaciones triviales. Por ende deben los jueces extremar su cuidado, antes de proceder a una ligera calificación del accionar delictivo citado. Una cosa es un evento aislado, ya que al subordinarlo legalmente la justicia, no tendrá mayores problemas el proceso. Pero en el caso que nos ocupa, centenares de atentados y acciones sanguinarias, criminales que hasta podrían ser constitutivas de delitos internacionales, los jueces deben ahondar en su conocimiento sobre la realidad de los eventos, incursionando incluso en una tarea que hemos calificado de heurística, cual modernos Herodotos. A los antecedentes anteriormente citados, podemos añadir otros que contribuirán a aclarar el confuso panorama. A  esta altura no cabe duda alguna que las bandas de forajidos referidas anteriormente, sustentaban la ideología marxista-leninista. Como hemos citado anteriormente, hicieron del “entrismo” su arma favorita,  herramienta que les permitió no sólo ingresar en el peronismo, a pesar de su aversión al Líder, sino hasta permanecer en el mismo haciendo gala de su fervor por el general Juan Domingo Perón, a quien en el fondo odian, con todas sus fuerzas.

Si señalamos que la praxis de esta ideología se acerca lisa y llanamente al comunismo, no estamos errados. Como uno de los tantos antecedentes, que permitirán deslindar responsabilidades, aclarando la modalidad usada por el marxismo internacional, modalidad que sin lugar a dudas se aplicará en la Argentina, tenemos el caso de Santiago Carrillo, fallecido recientemente, uno de los más altos y conspicuos directivos del Partido Comunista  Español, de actuación relevante en la Guerra Civil. Señala el diario Libertad Digital, del 18 de septiembre de 2012, refiriéndose al citado Carrillo: “En 1933 se le encargó la dirección del órgano de prensa de las Juventudes Socialistas, el periódico Renovación, desde el que azuzó los odios que condujeron a la guerra. Uno de los artículos publicados en Renovación fue el "Decálogo del joven socialista", una apología de la violencia y el terrorismo. Reproduzco dos de esas órdenes, la octava y la décima: La única idea que hoy debe tener grabada el joven socialista en su cerebro es que el socialismo sólo puede imponerse por la violencia, y que aquel compañero que propugne lo contrario, que tenga todavía sueños democráticos, sea alto, sea bajo, no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente. Y sobre todo ésto: armarse. Como sea, donde sea y por los procedimientos que sean. Armarse. Consigna: Ármate tú, al concluir arma si puedes al vecino, mientras haces todo lo posible por desarmar a un enemigo.” El episodio citado, la conducta de Carrillo que hemos resaltado,  podemos hacerla extensiva a quienes sostienen tal ideología. Pasan por pacíficos cuando en realidad son todo lo contrario. Pregonan la paz cuando no hesitan en usar la guerra, si es útil a sus fines. La justicia, so pretexto de querer observar objetividad, pasa por alto una serie de circunstancia que obnubila su valoración. En la Madre Patria pos Guerra Civil y ya en la era posfranquista, la actitud de los otrora vencidos fue o es casi igual a la adoptada en nuestro país, por quienes fueron derrotados por las armas y son vencedores institucionalmente, al punto que están gobernando el país al lograr acceder a cargos de jerarquía, lo que les permite tener en sus manos su destino.

El fiscal general del Estado Español. Eduardo Torres-Dulce, ha manifestado (…)  durante su discurso ante el Rey con motivo de la apertura del Año Judicial, que empleará sus "mejores energías", en la lucha contra el terrorismo y la corrupción económica, a las que se refirió como "las conductas más activamente corrosivas de los fundamentos de nuestra convivencia". Asimismo señaló enfáticamente: "El Ministerio Fiscal no tolerará humillaciones a las víctimas del terrorismo, apología de los verdugos o ensalzamiento de las actividades de éstos". (Fuente: www.libertaddigital.com.es). Repasando  lo recientemente referido, recordamos al pasar que los integrantes de las fuerzas subversivas actuantes en la Argentina, parecería que se complacen en ser conocidos como “jóvenes idealistas”, cuando en realidad se trata de jóvenes asesinos sin conciencia alguna.  Tales afirmaciones, nos llevan de inmediato a reflexionar sobre cómo han sido tratadas las víctimas de la subversión, en nuestro país. Han sido  “humilladas”. El actual gobierno peronista se ha ocupado, con singular énfasis, en efectuar en cuanta ocasión se presenta, una apología de los verdugos de aquellas.  Especialmente en las actuaciones judiciales, donde ha inventado una dualidad de trato ya que se trata de distinta forma a los damnificados terroristas que a las víctimas del terrorismo. Nadie niega que los primeros han sido perjudicados en sus derechos humanos, pero nadie niega tampoco que ellos, esos terroristas, han sido victimarios. Sus víctimas, las víctimas de sus aberrantes y sanguinarios hechos, no han sido respetadas, no han sido distinguidas, no han recibido señales positivas de la justicia argentina. Los papeles han sido cambiados y en este diabólico libreto, los imputados han tornado al papel de “víctimas” con todos los beneficios de tal calidad. Por lo general, luego de un conflicto donde uno de los bandos sustenta la ideología marxista, finalizado el mismo, las consecuencias en general, benefician a los partidarios de tal ideología. Tienen una pasmosa facilidad para mimetizarse políticamente, de tal suerte que logran disfrutar hasta de sus errores.

Parecería que no existe relación alguna, entre lo sucedido en la España de la República y los sucesos habidos allí, con posterioridad, y lo ocurrido en nuestro país. Sin embargo no es tan así,  por lo que recordando a Cicerón recalcamos que si ignoras lo que ocurrió antes de que tú nacieras, siempre serás un niño”. Y nos interesa en especial los momentos cruciales, uno de lo cuales fue sin duda la Guerra Civil y sus secuelas, cuyas consecuencias todavía llegan con fuerza a la Argentina, de una forma u otra. En la Argentina, como en la década del 30 del siglo pasado sucedió en España, en la actualidad se persigue a la Iglesia Católica, en algunos casos en forma elíptica; a las instituciones, en especial a las relacionadas con la administración de justicia y la auditoría de los fondos fiscales; a las Fuerzas Armadas, como  una suerte de saciedad de  sed  retaliativa; a los partidos políticos, utilizando diversas herramientas, entre las que se distingue la división de ellos, entre réprobos y elegidos. Estos últimos, son los que apoyan al oficialismo de distintas formas. Como sostenemos que, en determinadas circunstancias, si se repiten los acontecimientos los resultados puede que sean iguales, creo que eso es lo que debemos temer. Un siniestro plan gramsciano, que aprovecha las debilidades y flaquezas del ser humano, obtuvo como resultado deseado que las fuerzas políticas que no acompañan al oficialismo, se encuentren en franca anarquía incluso con riñas internas.

Relata D. Pío Moa, distinguido historiador español cuya especialidad consiste en hurgar todo lo relacionado con la guerra civil de España y sus secuelas: “Pues bien, bajo la dictadura  (N.de R.: la dictadura de Primo de Rivera) los socialistas habían renunciado en la práctica a sus violentos extremismos anteriores, inclinándose por la moderación socialdemócrata. Lógicamente, esa tendencia debía acentuarse en la República, un régimen más afín a sus aspiraciones, convirtiendo al PSOE en un decisivo factor de equilibrio. Esas expectativas razonables iban a recibir enseguida un tremendo golpe: la llamada "quema de conventos". El 11 de mayo, antes de un mes desde la ocupación del poder por los republicanos, las turbas izquierdistas comenzaron en Madrid una oleada de incendios de edificios religiosos, tras un frustrado intento de asaltar el diario monárquico ABC. Típicamente, la agresión comenzó fabricando un incidente por la supuesta emisión de la Marcha Real desde un piso de monárquicos (algo perfectamente legítimo, si realmente ocurrió), y difundiendo bulos sobre el imaginario asesinato de un trabajador por el marqués de Luca de Tena. Métodos usados desde las matanzas de frailes del siglo XIX, so pretexto de que envenenaban las fuentes públicas. Todo indica que, como el 13 de abril, los incendiarios salieron del Ateneo, convertido desde meses atrás en centro de agitación republicano con fuerte influencia masónica. Los incendios cundieron los días siguientes por Andalucía y Levante, dejando un balance final de unos cien edificios destruidos, incluyendo iglesias, varias de gran valor histórico y artístico, centros de enseñanza como la escuela de Artes y Oficios de la calle Areneros, donde se habían formado profesionalmente miles de trabajadores, o el colegio de la Doctrina Cristiana de Cuatro Caminos, donde recibían enseñanza cientos de hijos de obreros; escuelas salesianas, laboratorios, etc. Ardieron bibliotecas como la de la calle de la Flor, una de las más importantes de España, con 80.000 volúmenes, entre ellos incunables, ediciones príncipe de Lope de Vega, Quevedo o Calderón, colecciones únicas de revistas, etcétera; o la del Instituto Católico de Artes e Industrias, con 20.000 volúmenes y obras únicas en España, más el irrecuperable archivo del paleógrafo García Villada, producto de una vida de investigación. Quedaron reducidas a cenizas cuadros y esculturas de Zurbarán, Valdés Leal, Pacheco, Van Dyck, Coello, Mena, Montañés, Alonso Cano, etcétera, así como artesonados, sillerías de coro, portadas y fachadas de gran antigüedad y belleza… Un desastre casi inconcebible. Pero lo más revelador fue la reacción del Gobierno y de las izquierdas. Azaña paralizó en seco cualquier intento de frenar los disturbios, arguyendo: "Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano". Alcalá-Zamora, jefe del Gobierno provisional, escribe con amargura en sus memorias: "La furiosa actitud de Azaña planteó, con el motín y el crimen ya en la calle, la más inicua y vergonzosa crisis de que haya memoria". Pero omite su propia actitud contemporizante y amedrentada, reseñada en cambio por Maura. 

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