Del análisis
de los Considerandos del decreto aludido precedentemente, surge que reúnen una
gran carga de falacia, son tendenciosos
y ajenos a la verdad histórica, por acción
o por omisión. No nos equivocaríamos si extraemos la conclusión de que la
intención del titular del PEN, en esa época, era descargar absolutamente toda
la responsabilidad en los integrantes de las Fuerzas Armadas de la Patria. Usando de chivo emisario a uno de los dos bandos en lucha, liberaba de
toda responsabilidad a la sociedad política. Prueba de ello es que, finalizado
el proceso militar, reaparecieron en escena casi todos los políticos
argentinos, como si nada hubiera pasado. Podemos traer a colación que “Con esa finalidad,
consecuente con su ideología e intereses partidarios, con el empleo político,
unilateral y avieso del tema de los DDHH, lograron aplicar los
principios del Derecho Penal Internacional, por vez primera en nuestro
país, contra quienes vencieron militarmente al
terrorismo marxista-leninista. Si se hubiera respetado la conclusión
de la Justicia ( Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional
de la Capital Federal – Causa 13 ) que dejó
establecido la existencia de una guerra revolucionaria en la Argentina, se
debería haber aplicado el Derecho Internacional de Guerra que
correspondía (Ver Boletín Especial Nro 3 del 4 de abril de 2006 ídem
), y se hubieran delimitado las responsabilidades de quienes nos llevaron a
ella y también juzgado en forma equitativa los crímenes de guerra que pudieran haberse
cometido en uno y otro bando”. Posiblemente, para esa época, no se aplicaba la
resolución de las ONU, relacionada con el terrorismo, que señala: “El derecho internacional humanitario (DIH) es el
ordenamiento de derecho internacional que
se aplica cuando la violencia armada alcanza el nivel de un conflicto armado, sea internacional o no internacional”.
Tanto el titular del Poder Ejecutivo Dr. Raúl R, Alfonsín, como nuestra
Justicia omitieron tener en cuenta, al investigar lo acontecido, que se trató
de una de las etapas de la guerra revolucionaria auspiciada desde Cuba. Es público y notorio
que desde allí salió la consigna de hacer de la Cordillera de los Andes una
nueva “Sierra Maestra”. Una metáfora que es
inane explicarla. Olvidaron los políticos que en 1964, cuando estaba al frente
del país el presidente Arturo H. Illia, entró en acción en la parte norte del
territorio nacional, una organización autodenominada “Ejército Guerrillero del
Pueblo”. Esta banda armada contaba con el
indudable apoyo de la Cuba Comunista. La intención fue apoderarse del país.
El entonces canciller de la Argentina, el Dr. Miguel Angel Zavala Ortiz, se
encargó de manejar este tema, tema que otro radical, años más tarde, al parecer
lo ignora. La actitud asumida por los asesores del PEN, en 1983, es evidente
que perseguía otros propósitos inconfesables. No
eran precisamente buscar la verdad, sino encubrir lo que era inconveniente
políticamente.
El Boletín 5 de la web de “nuestra_historia_70” del 3 de diciembre de
2004, nos presenta una visión dramática de los eventos que se sucedieron
durante el gobierno constitucional del doctor Arturo Illia y el accionar de la banda que invadió la Argentina, con el propósito
fallido de derribarlo. Pero al parecer, en nuestra Patria, se critica a quienes
intentan derribar gobiernos constitucionales, sólo cuando los autores son
miembros de nuestras Fuerzas Armadas. Reseña la web citada, que tomamos
literalmente, merced a la gentileza de sus autores quienes han permitido que se
transcriba, a fin de impedir que se tergiverse lo allí inserto: “En abril de 1963, durante
la presidencia constitucional del doctor José María Guido que había reemplazado
al doctor Frondizi, por una situación fortuita se descubrió el accionar de un
conocido activista “tirabombas” identificado como Benito Atilio Moya, quien
estaba reclutando gente, a caballo de la frontera con Bolivia, poniéndose en
alerta los servicios de informaciones y la Gendarmería Nacional. En junio Jorge
Ricardo Masetti, argentino , periodista del diario El Mundo que había
entrevistado a Fidel Castro y al Che Guevara en su lucha contra Batista, y que
se había quedado en Cuba participando de la revolución y su ideario, fue destinado como “segundo
comandante” al noroeste argentino para organizar una fuerza
guerrillera que actuara inicialmente en apoyo de los planes del Che en Bolivia,
con la intención luego, de
convertir a la Argentina en el centro de irradiación de la revolución marxista en América.
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