(continuación) Pasados los años, “resucitaron” muchos de estos personajes políticos y algunos ellos recibieron condecoraciones en mérito a la supuesta “defensa de la democracia”, o se les erigieron monumentos en la España actual. El jerarca comunista D.Santiago Carrillo (ver foto de la derecha) recibió todo tipo de agasajos y de homenajes, como un verdadero "demócrata", ya que así se denomina al material con el que se construye la "piel política de esta clase de gente. Por cierto que el generalísimo Francisco Franco (foto de la izquierda curiosamente....) recibió el duro "castigo" de que sus monumentos fueran ocultados, cuando no destruídos, y agunas calles con su nombre los cambiaron por otros. Algo parecido al “Regreso de los Muertos Vivos”. Se menciona, mirando con un solo ojo, con una suerte de amnesia selectiva y paraplejia intelectual, y con esta visión parcializada de la historia real, solamente los actos aberrantes ocurridos durante la Guerra Civil Española y durante el período de Franco, los que nadie niega que han ocurrido, pero se omite expresamente tocar este lapso de la II República, período sobre el que se tiende un manto de olvido, no solo de los españoles sino de hasta la mayoría de los historiadores que se ocuparon del tema. Cargan las tintas sobre Franco, como si fuera el único responsable. Y los mismos que adoptaron tal actitud, pretenden hacernos creer que todo el período de preguerra civil, transcurrió en una suerte de panacea democrática.
Solicito se me dispense el cargar las tintas, una vez mas si se quiere, sobre los delitos constitutivos de Terrorismo de Estado, que ocurrieron durante el transcurso de la Guerra Civil Española, imputables a las autoridades constitucionales de esa época. La versión refinada de ciertos historiadores nos muestran una España “invadida” por fuerzas de las llamadas fascistas, originarias de Alemania e Italia, que llegaron a la Península con el propósito de atacar a los democráticos funcionarios republicanos y ayudar al general Francisco Franco, alzado en armas contra las autoridades de la II República.
La calidad moral de los partidarios de esta postura es fácil deducirla, en cuanto no se afirma con la misma franqueza, que el bando republicano también contaba con ayuda extranjera, ayuda de peso, no como se dice como al pasar, con algunos pocos asesores militares. Terminantemente no ha sido así, hubo asesores militares rusos, a la sazón comunistas, enviados en esa época por el sanguinario dictador José Stalin. Llegaron a la península ibérica con logística militar, con armas y municiones y, por cierto con un mandato que les confería un poder total sobre las autoridades republicanas legítimamente constituidas.
En una palabra el gobierno republicano, aceptó mansamente la ingerencia de una potencia extranjera de primer orden, en los asuntos internos de España. De allí un paso, como para establecer la causa de la horrorosa forma de proceder por parte de las turbas desatadas, y de las autoridades republicanas estatales y para estatales.
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