El mismo presidente Charles De Gaulle autorizó la ejecución, sin juicio previo alguno, de miles de ciudadanos franceses tildados de colaboracionistas, sin que nadie con posterioridad le haya efectuado reclamos judiciales de ninguna naturaleza. Tal accionar, no fue tipificado ni mereció subordinación legal al Terrorismo de Estado, ni al delito de Genocidio, ni al Crimen de Guerra ni fue considerado tampoco como acto de lesa humanidad. Se sostiene, por parte de los estudiosos de esos episodios que cuando, finalmente, tuvo lugar la victoria aliada el destino de los colaboracionistas fue durísimo. El número de fusilados, sin juicio previo alguno, y sin respeto alguno a sus Derechos Humanos, superó la nada envidiable cifra de los ejecutados en la España de la posguerra y en buena medida, tales ejecuciones, fueron llevadas a cabo por los comunistas que ansiaban implantar en Francia un régimen similar al que crearían en esos años en Hungría o Rumanía.
Al parecer tal circunstancia no conmueve a la Francia que se interesa más por obtener el juzgamiento y castigo de un grupito de militares de un lejano país del Sur. Algo falla puesto que entiendo que la Justicia es otra cosa, y no la mera oportunidad de su uso, para ejercer una inmoral venganza. No sirve para saciar la sed de venganza de nadie.
El 16 de febrero de 1945 el escritor francés Robert Brasillach, juzgado culpable de traición a la patria, fue fusilado en el fuerte de Montrouge, a las puertas de París. Escritores y periodistas menos notorios, que tuvieron conductas más comprometidas que la suya, cumplieron penas de pocos años de prisión. Céline, el más feroz abogado de la exterminación racial, iba a ser indultado en 1951; tras seis años de exilio en Dinamarca, pudo volver a Francia.
“Charles de Gaulle más adelante declararía que si él hubiera perdonado la ejecución a todos aquellos que no estuvieron activamente coludidos con las autoridades nazis, hubiera tenido que hacer una excepción con Brasillach. "El talento -gustaba decir en voz baja el general- es una responsabilidad". Bajo esta perspectiva gaulleana, Brasillach tenía motivos de sobra para firmar su sentencia de muerte, pues poseía una pluma verdaderamente ponzoñosa.”*
*www. Robert Brasillach El James Dean del fascismo francés .de José L.Durán King)
En ese mismo país, el jefe de policía René Bousquet, ejecutor bajo la dirección de Reinhard Heydrich de la razzia del velódromo de invierno en junio de 1942, ocasión en que fueron trasladados a un campo de concentración sito en Francia, miles de judíos de origen francés tras un proceso demorado con chicanas formales durante cuatro años, fue finalmente indultado por innominados "servicios prestados a la Resistencia".
Al dejar la policía, también en 1943, habría sustraído archivos que más tarde cedió, con seguro instinto del beneficio futuro por obtener, a quienes se enrolaban a última hora en la clandestinidad. Entiéndase bien, la calificación de delito de lesa humanidad impide que el reo sea indultado, así lo dispone la organización de las Naciones Unidas, pero lo dispone para todos. No bien caigamos en excepciones, o sea a mi amigo no y a mi adversario si, la Justicia con mayúscula, dejó de existir.
Contra lo que se creyó, inmediatamente después de la liberación de Francia, las fuerzas de la Resistencia, no fueron mayoría, pero tuvieron la sagacidad necesaria como para desempeñarse de forma tal que inevitablemente Francia pudiera caer en manos comunistas, como sucedió con los países de la Europa Oriental que tuvieron este triste privilegio. Hubo ciertos “olvidos” estratégicos, que funcionaron a la perfección.
Por ejemplo, nadie recordó que cuando los alemanes ocuparon Francia, se devolvió la legalidad, insólitamente, al ilegalizado Partido Comunista, revocándose una norma que databa de 1939. Se intentó por todos los medios reabrir su período L’Humanité. Empero no lo lograron, pero tal insistencia llamó la atención y mas de un francés creyó que en el medio había algún asunto turbio.
Al parecer tal circunstancia no conmueve a la Francia que se interesa más por obtener el juzgamiento y castigo de un grupito de militares de un lejano país del Sur. Algo falla puesto que entiendo que la Justicia es otra cosa, y no la mera oportunidad de su uso, para ejercer una inmoral venganza. No sirve para saciar la sed de venganza de nadie.
El 16 de febrero de 1945 el escritor francés Robert Brasillach, juzgado culpable de traición a la patria, fue fusilado en el fuerte de Montrouge, a las puertas de París. Escritores y periodistas menos notorios, que tuvieron conductas más comprometidas que la suya, cumplieron penas de pocos años de prisión. Céline, el más feroz abogado de la exterminación racial, iba a ser indultado en 1951; tras seis años de exilio en Dinamarca, pudo volver a Francia.
“Charles de Gaulle más adelante declararía que si él hubiera perdonado la ejecución a todos aquellos que no estuvieron activamente coludidos con las autoridades nazis, hubiera tenido que hacer una excepción con Brasillach. "El talento -gustaba decir en voz baja el general- es una responsabilidad". Bajo esta perspectiva gaulleana, Brasillach tenía motivos de sobra para firmar su sentencia de muerte, pues poseía una pluma verdaderamente ponzoñosa.”*
*www. Robert Brasillach El James Dean del fascismo francés .de José L.Durán King)
En ese mismo país, el jefe de policía René Bousquet, ejecutor bajo la dirección de Reinhard Heydrich de la razzia del velódromo de invierno en junio de 1942, ocasión en que fueron trasladados a un campo de concentración sito en Francia, miles de judíos de origen francés tras un proceso demorado con chicanas formales durante cuatro años, fue finalmente indultado por innominados "servicios prestados a la Resistencia".
Al dejar la policía, también en 1943, habría sustraído archivos que más tarde cedió, con seguro instinto del beneficio futuro por obtener, a quienes se enrolaban a última hora en la clandestinidad. Entiéndase bien, la calificación de delito de lesa humanidad impide que el reo sea indultado, así lo dispone la organización de las Naciones Unidas, pero lo dispone para todos. No bien caigamos en excepciones, o sea a mi amigo no y a mi adversario si, la Justicia con mayúscula, dejó de existir.
Contra lo que se creyó, inmediatamente después de la liberación de Francia, las fuerzas de la Resistencia, no fueron mayoría, pero tuvieron la sagacidad necesaria como para desempeñarse de forma tal que inevitablemente Francia pudiera caer en manos comunistas, como sucedió con los países de la Europa Oriental que tuvieron este triste privilegio. Hubo ciertos “olvidos” estratégicos, que funcionaron a la perfección.
Por ejemplo, nadie recordó que cuando los alemanes ocuparon Francia, se devolvió la legalidad, insólitamente, al ilegalizado Partido Comunista, revocándose una norma que databa de 1939. Se intentó por todos los medios reabrir su período L’Humanité. Empero no lo lograron, pero tal insistencia llamó la atención y mas de un francés creyó que en el medio había algún asunto turbio.