Creemos, con fundamento, que no se concretó otro Nuremberg contra los jerarcas soviéticos de ese entonces por razones de índole política. Recordemos que para ese entonces había comenzado la llamada Guerra Fría, y circunstancias que siempre alientan tal especie, nos hacen concluir que se trató de evitar inútiles confrontaciones y que en definitiva primó la Razón de Estado.
Y creo encontrar aquí el meollo del asunto, en tanto y cuanto no se concibe como se quiso hallar un nuevo Derecho Penal Mundial, surgido a través de las actuaciones judiciales provenientes del Tribunal Militar de Nuremberg, complementado por los diversos Tratados y Convenciones Internacionales referentes a los Derechos Humanos, lo que a la postre es llamado y conocido como el Derecho Humanitario, pero luego de tramitados los juicios citados y los del Lejano Oriente, originarios en eventos de la Guerra del Pacífico, perdió impulso tal logro y durante décadas se “adormeció” tal hallazgo.
Entre los episodios desgarradores, donde encontramos Delitos de Lesa Humanidad por los actos aberrantes concretados, ocurridos en el transcurso o a fines de la segunda Guerra Mundial, que han tenido como protagonistas principales a los rusos o a paramilitares que obedecían sus órdenes, no podemos dejar de recordar lo ocurrido durante la liberación de Checoslovaquia.
Por cierto que la índole de los militares imputados, su nacionalidad, impidió que se iniciaran las actuaciones del caso. Se quebró la igualdad de las víctimas de tales delitos internacionales. De hecho nació una casta de víctimas.
En la región de los Sudetes y en Praga, fueron masacrados alrededor de 30.000 civiles, debido al pecado de ser descendientes de los alemanes.
En este caso, firmada la rendición de Alemania en la ciudad de Reims, continuaron combatiendo en la zona del Este de Europa, específicamente la lucha continuó en Bohemia y Moravia, en los Sudetes y en Eslovaquia.
Las fuerzas estadounidenses se encontraban detenidas en la frontera checoeslovaca y al sur de Austria, sin poder ingresar a Praga, ciudad que era un territorio vedado a las tropas de los generales Pucht o Patton.
El dictador Stalin apoyó al Presidente provisional Benes, con la condición de que los puestos claves de su gobierno, estuvieran en manos de funcionarios comunistas. Benes aceptó, ya que no podía hacer otra cosa, pero con la secreta esperanza de que los norteamericanos llegaran a Praga, antes que los soviéticos.
Los partisanos comunistas se levantaron en armas para echar a los invasores de la ciudad de Praga, ocupando los edificios públicos. Pero su principal blanco fue la población civil, de origen alemán. En la capital la cacería de los alemanes, tanto hombres, como mujeres y niños continuó hasta que arribaron las tropas soviéticas.
Pero mientras tanto, alrededor de 30.000 personas de ascendencia alemana o sudetoalemanes fueron masacradas. Posteriores investigaciones históricas dieron cuenta que todo se concretó con la anuencia especial de Stalin.
Refieren los historiadores que “Las mujeres y los niños fueron el blanco predilecto de la turba. Las mujeres eran apaleadas, les rapaban el pelo y les pintaban esvásticas en el cuerpo luego de ser públicamente violadas. Muchas en estado calamitoso fueron obligadas totalmente desnudas a desmantelar las barricadas. A muchas mujeres les cortaron el Tendón de Aquiles y retorciéndose de dolor yacían en tierra pidiendo que las mataran. Niños y jóvenes sacados de las escuelas eran apilados en carretas.
Algunos autores relatan atrocidades peores, pero otros afirman que son exageraciones. Alemanes, hombres, mujeres, ancianos y niños eran atados con alambre de púas y lanzados al río Vltava. Días después, los cadáveres en grupos de dos y tres, fueron varados a todo lo largo del río Elba. En las semanas que siguieron, después que 30.000 alemanes fueran asesinados en Praga, cientos de cadáveres seguían siendo sacados de las riberas del río Elba, hasta cerca de la desembocadura en el Báltico”.
Los actos aberrantes llevados a cabo por las fuerzas de los partisanos, sin dudarlo, podrían haber sido calificados de delito de Genocidio, Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad. Tales actos aberrantes se complementaron con atrocidades ocurridas en ocasión de huir hacia las líneas del ejército de Patton.
Soldados alemanes y civiles, que huían despavoridos fueron ametrallados y bombardeados por los aviones soviéticos. A todos los que llegaron, al lugar donde acampaban los norteamericanos, los obligaron a acampar fuera de la linea de Karlsbad-Pilsen-Budweis y la mayoría de ellos fueron entregados a los rusos comunistas.
Tal actitud obedeció a un tratado celebrado con los soviéticos, mediante el cual las tropas rusas iban a ser las que ocuparan esa zona. Estos hechos aberrantes, inhumanos y atroces no fueron juzgados por nadie. Acá la Justicia Universal no actuó, y algunos integrantes del bando acusado actuaron de jueces en el Tribunal Militar de Nuremberg, encargado de juzgar los delitos de lesa humanidad. Tanto a los norteamericanos, que consintieron que las víctimas de esta crueldad cayeran en las manos del ejército soviético, como a los jerarcas de la Rusia Soviética se debió haber imputado tales hechos inhumanitarios. Una ironía. La circunstancia de que los tipos penales internacionales que se han creado, sean aplicables en algunos casos a determinadas conductas y en otros casos no se pueda o no se quiera enjuiciar a los acusados de violaciones de tales derechos, conduce a un oscuro laberinto donde la injusticia campea por sus fueros.
Se creé haber encontrado la solución al haberse creado el Tribunal Penal Internacional, es decir se ha optado por la única solución que se encontró a mano. Solución no original, por cierto, por cuanto no se hizo sino concretar una aspiración de la antigua y desaparecida Liga de las Naciones. Pero la justicia y la ética no aparecen aun. El TPI podemos tomarlo como un parche, una aspirina que no contribuye sino a atenuar el dolor, pero la herida sigue sangrando.
Me llama la atención que partidarios de la doctrina marxista, que se caracterizan por su odio a las fuerzas militares, hayan concurrido a alimentar sus pensamientos, en las conclusiones del Tribunal Militar Internacional de Nuremberg que, como su nombre lo indica, era un organismo castrense.
Siempre pensé que estos singulares resentidos, huían de todo lo que fuera militarismo, puesto que no ocultan el odio visceral que tienen hacia las Fuerzas Armadas que no dependen del gobierno de ellos, pero veo que estupor que en algunos casos hacen una excepción de esta regla, sin fundamento valedero. Cuando en la actualidad los veo fervorosos militantes de cuanto organismo defensor de los Derechos Humanos existe en la faz de la Tierra, no encuentro explicación alguna, que me permita vislumbrar como se pueden defender los Derechos Humanos y al mismo tiempo atacarlos con empecinamiento, con saña y sin piedad.
Un análisis puntilloso y escrupuloso de su accionar me obliga a concluir que cuando estos pseudo defensores de la Derechos Humanos actúan, es cuando se encuentran amenazados o violados los Derechos Humanos de sus simpatizantes, mas cuando las víctimas no pertenecen a su ideología, cuando no comulgan con ellos, desdeñan tal defensa. Sencillamente no les importa ni les interesa absolutamente defender a nadie que no pertenezca a los suyos.
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