De allí que un velo casi impenetrable cubrió este tipo de acciones, cuando eran concretadas por los Aliados. No es creíble que los autores de tales crímenes de guerra, enrolados en el bando de estas fuerzas, puedan ser sometidos a la Justicia. Y tal circunstancia hiere de muerte a la llamada Justicia Penal Internacional, ya que va de suyo, que en una eventual contienda bélica, cuando solamente uno de los beligerantes puede ser sancionado, se desnaturaliza el valor Justicia con mayúscula y convierte tal accionar, en la llamada Justicia de los Vencedores, y a la temeraria y maliciosa adopción del uso de los órganos jurisdiccionales para realizarla, en una sencilla y cruel “Venganza Judicial”. Comprendida la Justicia en estos términos, podremos observar que desapareció del mapa la justicia conmutativa, la que en versión religiosa, conforme las fuentes, es la divina disposición con que se castiga o se premia, según los merecimientos de cada uno. La interpretación retorcida del valor superior Justicia, vemos que de esta forma, ha muerto.
Ciertos y seleccionados incalificables episodios, que pasamos a narrar, permitirá a los lectores ponderar con la equidad, prudencia y objetividad del caso, si los eventos que se ilustrarán constituyen actos aberrantes, es decir p Crímenes de Guerra, Delitos de Lesa Humanidad o episodios comunes y corrientes de cualquier conflicto bélico. El primer episodio que evaluaremos nos dice que, debido a las enormes distancias a recorrer, a fines de 1943 la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, resolvió emplear en sus operaciones de bombardeo, los nuevos aviones B-29, los que salían desde las bases de la India y China. La conocida como “Operación Matterhorn” tuvo inicio recién en abril de 1944. Los bombardeos salían desde ocho bases sitas en territorio de la India, una en Ceilán, y doce en China Continental. Debido a diversas circunstancias, sólo 47 de 68 aviones B-29 llegaron al objetivo, en la primera misión de dichos bombardeos, sobre territorio de Japón, el 15 de junio de 1944. Cuatro abortaron, otro tanto se estrellaron, seis soltaron sus bombas antes de llegar al blanco y otros debieron bombardear blancos alternos, por diversas causas. Es interesante empaparse de lo sucedido, puesto que de esta forma va a ser más fácil llegar a las justas y objetivas conclusiones. La primera misión llevó a los mandos norteamericanos a buscar una base de despegue mas cercana a Japón, “el objetivo inmediato de los mandos estadounidenses en Washington, fue la invasión del archipiélago de las Marianas para instalar bases en Saipán, Tinian y Guam, desde donde era posible alcanzar Tokio”. En octubre de 1944 existía en la isla de Saipán una base de operaciones lista para ser usada por los B-29. De esta forma se deseaba evitar que se repitieran los acontecimientos de agosto de ese año. Efectivamente, bombardeos diurnos y a gran altura atacaron un objetivo en territorio de Japón. Se trataba del establecimiento fabril de Yawata, emporio de la industria siderúrgica. Repitieron lo mismo que hiciera en similares circunstancias en Europa, con excelentes resultados, la 8ª. Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Partieron 60 bombardeos B-29 y luego de concretar la misión se observó que sólo el 2% de las instalaciones habían sido dañadas.
En cambio se registró el derribo de 4 aparatos, 8 resultaron fuertemente averiados y 10 se perdieron. El 20 de agosto intentaron nuevamente pero en esta ocasión con 70 unidades. Fueron derribadas 18 y consiguieron destruir el 25% de la planta. O sea un resultado ínfimo en comparación con la infraestructura puesta en acción. Tras el establecimiento de una pista de aterrizaje, especial para los B-29 en la isla de Saipán, partieron de ella aviones para fotografiar Tokio, el 1º de noviembre de 1944. El 24 de noviembre se produjo el primer bombardeo sobre esta capital del Imperio. Al mando del general Emmett O’Donnell volando el "Dauntless Dotty" al frente de 111 aviones B-29 cuyo objetivo principal fue la fábrica de motores de Musashima. Sólo 24 aviones pudieron reconocer el objetivo, ya que los demás, debido a la nubosidad y a los constantes vientos provenientes de Siberia, descargaron sus bombas, a ciegas.
Para el mes de marzo de 1945 mas de 300 bombardeos B-29 se encontraban realizando misiones de rutina sobre territorio japonés. Como las pérdidas eran grandes por el ataque de los aviones caza japoneses, 25 de febrero de 1945 el general Curtis E. LeMay ordenó el primer bombardeo incendiario a gran altura. Se arrojaron 450 toneladas de bombas incendiarias sobre Tokio que provocó la destrucción de 27.970 edificios. Una semana después bombardearon la fábrica Mitsubishi, por medio de radar, debido a la dificultad que causaba la gran cantidad de nubes. Este ataque dio resultado negativo. Hasta el 4 de marzo un total de 875 aviones, durante el lapso de varios días, bombardearon y dañaron el establecimiento fabril, el que resultó destruido solamente en un 4%. O sea un completo fracaso.
A tal circunstancia debemos añadir que los japoneses, habida cuenta los bombardeos convencionales diurnos que sufrieron, y con el fin de anular sus consecuencias decidieron dispersar las fábricas, en módulos en las afueras, en la zona campestre. Es necesario poner de relieve que el general “Curtis LeMay había dirigido los bombardeos de las ciudades alemanas donde emplearon bombas explosivas (para destruir los techos, puertas y ventanas de los edificios) combinadas con incendiarias para incinerar todo lo que se encontraba dentro. Basado en tal experiencia, optó por decidir que se emplearían las mismas técnicas que sus fuerzas emplearon en Europa, bombardeando a baja altura a fin de mejorar la precisión de los impactos. En Dugway Proving Ground en Utah, fabricaron los carpinteros grupos de docenas de casas, fabricadas al estilo japonés. “En esa pequeña ciudadela probaron el efecto de varias bombas de Napalm y eventualmente quedaron satisfechos con los efectos destructivos de la bomba incendiaria AN-M69 que contenía paquetes de bombas de magnesio. Una de las preguntas que se hace el autor en el libro es, ¿Si los blancos industriales eran la prioridad en el plan de destrucción, por qué probaron las bombas AN-M69 en modelos de casas japonesas de madera? “. No habría que ser demasiado mal pensado para llegar a la conclusión de que al no poder destruir las fábricas, los norteamericanos optaron por destruir las ciudades japonesas, matando a sus habitantes. Piensas los conocedores del tema, que de esta forma se quiso, además, aterrorizar a los habitantes, eventuales reemplazantes de los caídos en las fuerzas armadas niponas, pero respetando el palacio imperial en Tokio, ya que políticamente había que conservar al Emperador, al único a quien obedecerían los japoneses una vez que se rindiera el Imperio.
Ciertos y seleccionados incalificables episodios, que pasamos a narrar, permitirá a los lectores ponderar con la equidad, prudencia y objetividad del caso, si los eventos que se ilustrarán constituyen actos aberrantes, es decir p Crímenes de Guerra, Delitos de Lesa Humanidad o episodios comunes y corrientes de cualquier conflicto bélico. El primer episodio que evaluaremos nos dice que, debido a las enormes distancias a recorrer, a fines de 1943 la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, resolvió emplear en sus operaciones de bombardeo, los nuevos aviones B-29, los que salían desde las bases de la India y China. La conocida como “Operación Matterhorn” tuvo inicio recién en abril de 1944. Los bombardeos salían desde ocho bases sitas en territorio de la India, una en Ceilán, y doce en China Continental. Debido a diversas circunstancias, sólo 47 de 68 aviones B-29 llegaron al objetivo, en la primera misión de dichos bombardeos, sobre territorio de Japón, el 15 de junio de 1944. Cuatro abortaron, otro tanto se estrellaron, seis soltaron sus bombas antes de llegar al blanco y otros debieron bombardear blancos alternos, por diversas causas. Es interesante empaparse de lo sucedido, puesto que de esta forma va a ser más fácil llegar a las justas y objetivas conclusiones. La primera misión llevó a los mandos norteamericanos a buscar una base de despegue mas cercana a Japón, “el objetivo inmediato de los mandos estadounidenses en Washington, fue la invasión del archipiélago de las Marianas para instalar bases en Saipán, Tinian y Guam, desde donde era posible alcanzar Tokio”. En octubre de 1944 existía en la isla de Saipán una base de operaciones lista para ser usada por los B-29. De esta forma se deseaba evitar que se repitieran los acontecimientos de agosto de ese año. Efectivamente, bombardeos diurnos y a gran altura atacaron un objetivo en territorio de Japón. Se trataba del establecimiento fabril de Yawata, emporio de la industria siderúrgica. Repitieron lo mismo que hiciera en similares circunstancias en Europa, con excelentes resultados, la 8ª. Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Partieron 60 bombardeos B-29 y luego de concretar la misión se observó que sólo el 2% de las instalaciones habían sido dañadas.
En cambio se registró el derribo de 4 aparatos, 8 resultaron fuertemente averiados y 10 se perdieron. El 20 de agosto intentaron nuevamente pero en esta ocasión con 70 unidades. Fueron derribadas 18 y consiguieron destruir el 25% de la planta. O sea un resultado ínfimo en comparación con la infraestructura puesta en acción. Tras el establecimiento de una pista de aterrizaje, especial para los B-29 en la isla de Saipán, partieron de ella aviones para fotografiar Tokio, el 1º de noviembre de 1944. El 24 de noviembre se produjo el primer bombardeo sobre esta capital del Imperio. Al mando del general Emmett O’Donnell volando el "Dauntless Dotty" al frente de 111 aviones B-29 cuyo objetivo principal fue la fábrica de motores de Musashima. Sólo 24 aviones pudieron reconocer el objetivo, ya que los demás, debido a la nubosidad y a los constantes vientos provenientes de Siberia, descargaron sus bombas, a ciegas.
Para el mes de marzo de 1945 mas de 300 bombardeos B-29 se encontraban realizando misiones de rutina sobre territorio japonés. Como las pérdidas eran grandes por el ataque de los aviones caza japoneses, 25 de febrero de 1945 el general Curtis E. LeMay ordenó el primer bombardeo incendiario a gran altura. Se arrojaron 450 toneladas de bombas incendiarias sobre Tokio que provocó la destrucción de 27.970 edificios. Una semana después bombardearon la fábrica Mitsubishi, por medio de radar, debido a la dificultad que causaba la gran cantidad de nubes. Este ataque dio resultado negativo. Hasta el 4 de marzo un total de 875 aviones, durante el lapso de varios días, bombardearon y dañaron el establecimiento fabril, el que resultó destruido solamente en un 4%. O sea un completo fracaso.
A tal circunstancia debemos añadir que los japoneses, habida cuenta los bombardeos convencionales diurnos que sufrieron, y con el fin de anular sus consecuencias decidieron dispersar las fábricas, en módulos en las afueras, en la zona campestre. Es necesario poner de relieve que el general “Curtis LeMay había dirigido los bombardeos de las ciudades alemanas donde emplearon bombas explosivas (para destruir los techos, puertas y ventanas de los edificios) combinadas con incendiarias para incinerar todo lo que se encontraba dentro. Basado en tal experiencia, optó por decidir que se emplearían las mismas técnicas que sus fuerzas emplearon en Europa, bombardeando a baja altura a fin de mejorar la precisión de los impactos. En Dugway Proving Ground en Utah, fabricaron los carpinteros grupos de docenas de casas, fabricadas al estilo japonés. “En esa pequeña ciudadela probaron el efecto de varias bombas de Napalm y eventualmente quedaron satisfechos con los efectos destructivos de la bomba incendiaria AN-M69 que contenía paquetes de bombas de magnesio. Una de las preguntas que se hace el autor en el libro es, ¿Si los blancos industriales eran la prioridad en el plan de destrucción, por qué probaron las bombas AN-M69 en modelos de casas japonesas de madera? “. No habría que ser demasiado mal pensado para llegar a la conclusión de que al no poder destruir las fábricas, los norteamericanos optaron por destruir las ciudades japonesas, matando a sus habitantes. Piensas los conocedores del tema, que de esta forma se quiso, además, aterrorizar a los habitantes, eventuales reemplazantes de los caídos en las fuerzas armadas niponas, pero respetando el palacio imperial en Tokio, ya que políticamente había que conservar al Emperador, al único a quien obedecerían los japoneses una vez que se rindiera el Imperio.