Al parecer, en el único país del mundo donde la amnistía, en ciertas condiciones no es viable, conforme con los Tratados Internacionales, es la Argentina.
La aplicó Francia, como hemos dicho y la aplicó luego España. Como nosotros somos un país emergente, un país rico con habitantes pobres, material y espiritualmente hablando, nos auto flagelamos en forma jurídica, tal nuestro masoquismo colectivo.
En aras de la objetividad deseo aportar el testimonio del general francés Lacheroy, destacadísimo alto oficial con actuación brillante en el conflicto, quien proporciona interesantísimos detalles relacionados con los motivos que tuvieron las fuerzas armadas francesas para actuar como lo hicieron.
“Llegué a Indochina y enseguida leí de punta a punta el Libro Rojo de Mao Tse Tung. Fue el primero que me hizo comprender que lo que llamaban la retaguardia es más importante que la tropa y que antes de la tropa hay que ocuparse de la retaguardia. El enemigo que tenía enfrente en Indochina era hábil para servirse de la población. Era imposible llegar a un lugar sin que el enemigo lo supiera. Así se conoció la teoría de la guerra revolucionaria. Para Lacheroy, el Vietminh era un agente del comunismo internacional que operaba bajo la máscara del independentismo. Su arma era el adoctrinamiento de la población.
En consecuencia, en la guerra revolucionaria no hay más línea del frente porque el enemigo está en todas partes. El general Rafael Videla, en unaentrevista aludida precedentemente, se expresó en términos muy similares.
El 7 de mayo de 1954 los vietnamitas ganan la batalla de Dien Bien Phu, y con ella la independencia. Para los franceses es una humillación. Ex resistente, el capitán Paul Aussaresses asiste al colapso. Ahora sostiene: “La derrota fue un shock. La mayoría de los militares franceses descubrieron que había que extraer las lecciones de esa derrota para evitar la misma desilusión en Argelia. Durante la guerra de Argelia, el Estado Mayor del Ejército adhirió definitivamente a la doctrina de la guerra revolucionaria, llamada aún guerra subversiva. Su obsesión, cortar al Frente de Liberación Nacional de su retaguardia, es decir de la población.
Para éso los franceses innovan y 400.000 soldados son desplegados sobre el territorio argelino. Es la técnica de la cuadriculación, primera aplicación concreta de la teoría de Lacheroy. En enero de 1957, el ministro Robert Lacoste toma una decisión que tendría graves consecuencias. Delega el poder de policía en el coronel Massuh, que comanda la X División de Paracaidistas. Objetivo: aniquilar a la organización político-militar del FLN que multiplica los atentados terroristas en la capital argelina.
Comienza así la Batalla de Argel, en la que los paracaidistas cercan [el barrio árabe] la Casbah para rastrear a los colocadores de bombas. Ya son los únicos que mandan. Su jefe, el coronel Marcel Bigeard, un ex resistente que ganó sus galones en Indochina.”.
Sin abrir juicio sobre si el accionar de los inculpados es constitutivo o no de crímenes de lesa humanidad, lo que sí llama mi atención es que en nuestro país se lleva a la práctica un juicio a los militares a quienes se imputa el delito de Crímenes de Lesa Humanidad y no se les reconocen derechos que sí, en Francia, se les reconocen a sus militares.
Allí no se discute que los crímenes están prescriptos. Hubo amnistía amplia y no se anuló y nadie discute su vigencia. Entonces, me pregunto, en esta suerte de globalización de la Justicia Internacional, ¿estamos ante dos Justicias?, ante dos modos de entender las cosas. Entonces algo falla.
También llama mi atención la circunstancia de que, ante el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg, compareció un grupo selecto de inculpados. En el Tribunal similar constituído en Japón, otro tanto y ante los diversos Tribunales constituidos en distintos países, destinados a juzgar a un cierto y no muy elevado número de criminales de guerra, tampoco comparecieron todos los acusados de crímenes de lesa humanidad sino los jerarcas militares. Si bien, como en todos los casos, hubo excepciones que confirman la regla. Un ejemplo lo tenemos en que de los cien mil verdugos, causantes directos del asesinato a sangre fría de más de diez millones de inocentes, se ajustició a unos seiscientos.
Los prisioneros de los norteamericanos, condenados a penas privativas de la libertad, fueron puestos en libertad entre 1949 y 1955, gracias a actos de clemencia del Alto Mando Americano en Europa.
La aplicó Francia, como hemos dicho y la aplicó luego España. Como nosotros somos un país emergente, un país rico con habitantes pobres, material y espiritualmente hablando, nos auto flagelamos en forma jurídica, tal nuestro masoquismo colectivo.
En aras de la objetividad deseo aportar el testimonio del general francés Lacheroy, destacadísimo alto oficial con actuación brillante en el conflicto, quien proporciona interesantísimos detalles relacionados con los motivos que tuvieron las fuerzas armadas francesas para actuar como lo hicieron.
“Llegué a Indochina y enseguida leí de punta a punta el Libro Rojo de Mao Tse Tung. Fue el primero que me hizo comprender que lo que llamaban la retaguardia es más importante que la tropa y que antes de la tropa hay que ocuparse de la retaguardia. El enemigo que tenía enfrente en Indochina era hábil para servirse de la población. Era imposible llegar a un lugar sin que el enemigo lo supiera. Así se conoció la teoría de la guerra revolucionaria. Para Lacheroy, el Vietminh era un agente del comunismo internacional que operaba bajo la máscara del independentismo. Su arma era el adoctrinamiento de la población.
En consecuencia, en la guerra revolucionaria no hay más línea del frente porque el enemigo está en todas partes. El general Rafael Videla, en unaentrevista aludida precedentemente, se expresó en términos muy similares.
El 7 de mayo de 1954 los vietnamitas ganan la batalla de Dien Bien Phu, y con ella la independencia. Para los franceses es una humillación. Ex resistente, el capitán Paul Aussaresses asiste al colapso. Ahora sostiene: “La derrota fue un shock. La mayoría de los militares franceses descubrieron que había que extraer las lecciones de esa derrota para evitar la misma desilusión en Argelia. Durante la guerra de Argelia, el Estado Mayor del Ejército adhirió definitivamente a la doctrina de la guerra revolucionaria, llamada aún guerra subversiva. Su obsesión, cortar al Frente de Liberación Nacional de su retaguardia, es decir de la población.
Para éso los franceses innovan y 400.000 soldados son desplegados sobre el territorio argelino. Es la técnica de la cuadriculación, primera aplicación concreta de la teoría de Lacheroy. En enero de 1957, el ministro Robert Lacoste toma una decisión que tendría graves consecuencias. Delega el poder de policía en el coronel Massuh, que comanda la X División de Paracaidistas. Objetivo: aniquilar a la organización político-militar del FLN que multiplica los atentados terroristas en la capital argelina.
Comienza así la Batalla de Argel, en la que los paracaidistas cercan [el barrio árabe] la Casbah para rastrear a los colocadores de bombas. Ya son los únicos que mandan. Su jefe, el coronel Marcel Bigeard, un ex resistente que ganó sus galones en Indochina.”.
Sin abrir juicio sobre si el accionar de los inculpados es constitutivo o no de crímenes de lesa humanidad, lo que sí llama mi atención es que en nuestro país se lleva a la práctica un juicio a los militares a quienes se imputa el delito de Crímenes de Lesa Humanidad y no se les reconocen derechos que sí, en Francia, se les reconocen a sus militares.
Allí no se discute que los crímenes están prescriptos. Hubo amnistía amplia y no se anuló y nadie discute su vigencia. Entonces, me pregunto, en esta suerte de globalización de la Justicia Internacional, ¿estamos ante dos Justicias?, ante dos modos de entender las cosas. Entonces algo falla.
También llama mi atención la circunstancia de que, ante el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg, compareció un grupo selecto de inculpados. En el Tribunal similar constituído en Japón, otro tanto y ante los diversos Tribunales constituidos en distintos países, destinados a juzgar a un cierto y no muy elevado número de criminales de guerra, tampoco comparecieron todos los acusados de crímenes de lesa humanidad sino los jerarcas militares. Si bien, como en todos los casos, hubo excepciones que confirman la regla. Un ejemplo lo tenemos en que de los cien mil verdugos, causantes directos del asesinato a sangre fría de más de diez millones de inocentes, se ajustició a unos seiscientos.
Los prisioneros de los norteamericanos, condenados a penas privativas de la libertad, fueron puestos en libertad entre 1949 y 1955, gracias a actos de clemencia del Alto Mando Americano en Europa.