Capítulo I
“Nuestro país, vivió una década la del ‘70, signada por la violencia, por el mesianismo y por la ideología. Una violencia que se inicio con el terrorismo, que no se detuvo siquiera en la democracia que vivimos entre 1973 y 1976, y que desató una represión que hoy estremece. En la historia de todos los pueblos, aun los más cultos, existen épocas duras, oscuras, casi inexplicables. No fuimos ajenos a ese destino, que tantas veces parece alejar a los pueblos de lo digno, de lo justificable. Ese pasado de lucha entre argentinos, de muerte fratricida, nos trae a victimas y victimarios desde el ayer, intercambiando su rol en forma recurrente, según la época, según la óptica, según la opinión dolida de quienes quedaron con las manos vacías por la ausencia irremediable, inexplicable. Esta espiral de violencia creo una crisis sin precedentes en nuestro joven país. Las Fuerzas Armadas, dentro de ellas el Ejército, por quien tengo la responsabilidad de hablar, creyeron erróneamente que el cuerpo social no tenia los anticuerpos necesarios para enfrentar el flagelo y, con la anuencia de muchos, tomo el poder, una vez mas, abandonando el camino de la legitimidad constitucional.”
Las precedentes palabras, fueron pronunciadas por el entonces Comandante en Jefe del Ejército Argentino, el general D. Martín Balza. A través de ellas se desprende que la institución que eb ese entonces estaba bajo su comando, durante el período presidencial del doctor Carlos Saúl Menem, pedía perdón a la ciudadanía por “errores” cometidos por algunos de sus integrantes, durante el lapso del Proceso de Reorganización Nacional. Por cierto que leyendo los términos de esta declaración, traslucía una disculpa de su parte, por haber combatido las Fuerzas Armadas a los subversivos terroristas quienes planteaban la disolución de la Patria. Recordemos que en tal tesitura la clase política manifestó carecer de soluciones…
El siguiente ensayo tiene como único objeto, aclarar un poco mas este árido tema, sin pretensiones ni jurídicas ni históricas sin exceder nuestra capacidad intelectual, ya que es sumamente dificultoso valorar lo sucedido, con la precisión y objetividad que se exige dada la peculiaridad de los eventos acontecidos. Perseguimos el honesto propósito de esclarecer lo acontecido a quienes lo lean, tratando de informar el panorama que se ha vivido en nuestro desgraciado país, en las últimas décadas, y logrado ésto se podrán evaluar con mayor precisión estas manifestaciones de dicho militar y con ello se podrá, asimismo, lograr aclarar tal tema. Creo que se estará entonces en condiciones de poder entender, si sus dichos encuentran sustento en los eventos históricos, que en ese lapso se han desarrollado en nuestro país, los que aun no se encuentran suficientemente estudiados, en algunos casos por una carga de subjetividad dañina para una valoración justa y en otros casos, por ignorancia de lo sucedido o por error de apreciación de tales eventos. No dejará de llamar la atención a la ciudadanía, la circunstancia de que no es frecuente que un militar de un ejército victorioso, clame por el perdón por haber triunfado. Perdón por “errores” en la actuación de sus cuadros. Creo que no se discute que existió una guerra y que en la guerra es imposible someter a órganos judiciales lo que acontece en el frente. Sería, como diría el doctor Zaffaroni judicializar la guerra, lo que es imposible. Me apresuro a aclarar que me repugna la guerra y mas este tipo de guerra, no convencional, en la que hubo que enfrentar a un enemigo invisible. No es mi deseo ingresar en una discusión bizantina, referente a si lo que se hizo fue moral o inmoral, justo o injusto, lícito o ilicito, legítimo o ilegítimo. Pero sí creo, con pasión, que la solución al entuerto es una solución política. No hay otra. La historia nos demuestra que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Así lo entendieron en España, donde la mayoría de los ciudadanos estuvieron de acuerdo en deponer la actitud intransigente y en ceder, llegando a acuerdos para edificar la paz.
Creo que la súplica de perdón efectuada por el general Balza, es inoportuna, inmoral, falta de ética y, lo que es peor, no agrega absolutamente nada ya que podría ser tomada como un signo de traición a sus camaradas, muchos de los cuales dieron, lo mas egregio y sagrado que tiene un militar que se honre de ser tal y de sustentar suficiente vocación por la carrera de las armas, su vida por la Patria. Este gesto de “arrepentimiento” mancha la memoria de las víctimas del terrorismo subversivo, tanto las civiles como las militares, y por el otro lado, los enemigos de ayer podrían creer, con fundamento, que este militar no sabe lo que dice, o que es un mentiroso y que los remordimientos lo impulsaron a solicitar, a suplicar el perdón, por lo que con ello lo único que hizo fue dejar traslucir el hondo sentimiento de culpa que arrastra. Esta última acepción no hace nada más que erigir en héroes a los villanos de otrora.
Lamentablemente ha quedado sembrada la semilla del odio, pero los surcos no se abrieron durante el Proceso, sino que fueron abiertos por los subversivos en las décadas del 60 y 70, cuando procedieron a intentar a sangre y fuego, el apoderarse del gobierno de nuestro país. Sea constitucional o no. Pasados los años, se pretende por parte de ellos, confundir a la opinión pública tratando de convencer a la ciudadanía que, en realidad, no se trató de grupos armados destinados a matar o morir, sino de jóvenes idealistas, patriotas que luchaban en aras de un ideal, imbuidos de patriotismo y de sacrificio personal.
Creo que es oportuno ubicar la situación institucional que vivía la Argentina, durante el período objeto de estudio, como paso previo. Y luego trataremos de establecer la etiología de lo acontecido y las razones que motivaron el accionar de los elementos subversivos y la reacción desmedida o no del Estado, en este caso nuestra Argentina. Creo que recién empapándonos del tema, podremos aventurar un juicio y también creo que la valoración de lo acontecido debe quedar librado a las conclusiones que eventualmente pueda extraer cada lector. No pretendemos malversar el tiempo de nadie, coaccionándolo para que comparta nuestros sentimientos, pero sí pretendemos que las
conclusiones a las que se pueda arribar sean honestas y sinceras, instándolos a quienes nos leen, a procurar en lo posible que ellas no se encuentren contaminadas por un tinte indeológico.
La Segunda Guerra Mundial no sólo ha dejado sus secuelas de muerte y destrucción, ya que se hicieron sentir las consecuencias en el campo del Derecho, y como una de las consecuencias no queridas de dicho conflicto bélico, tomó aun más cuerpo, la antigua idea de desarrollar la instalación de una Justicia Humanitaria creándose el Derecho Humanitario.
A los acusados por delitos de Lesa Humanidad, Crímenes de Guerra y Genocidio, ante el Tribunal Militar de Nuremberg, se los pudo sentenciar acudiendo poco menos que a los principios generales del derecho. No es una exageración, por cuanto se aplicaron nuevas normas, que no regían en la época de comisión de los eventos que se imputaban, pero con argumentos justificativos de tal proceder, que constituían una mezcla de nuevas y antiguas leyes escritas o no, artilugio que evitó que se imputara tal conducta de los magistrados como una vulneración del derecho de los imputados a ser juzgados por la norma penal vigente al tiempo de comisión de los ilícitos. Para ser breves en la explicación, se acudió a una norma hipotética fundamental, como la calificaría un kelseniano, puesto que se sostuvo que la conducta que se penó, si bien no estaba descripta, en su totalidad, en códigos escritos, eran normas que la Humanidad conocía y deberes que el hombre, en tal calidad, tenía la obligación de estar al tanto de vigencia aunque mas no sea como obligación moral y en otros casos como obligación convencional. La construcción de un Derecho Internacional Humanitario o con similares intenciones, que pueda ser aplicado a conductas del pasado, no es posible en la Argentina, al menos en un ciento por ciento, so pena de ser injustos y atentar contra el derecho a la defensa de los imputados.
Salvo que se fuerce la interpretación de ciertas reglas internacionales, usándose el llamado Derecho Natural o Jus Natural y se acuda al “common law” como condimento de esta melange que se ha creado. O que los creadores se abstengan de echar mano a procedimientos reñidos con los de la verdadera justicia, asegurando de un modo integral la defensa de los derechos tanto de la presunta víctima como del eventual victimario.
Algunos, en su afán de revestir de un ropaje ultra legal a esta creación que incursiona en lo ideológico, tratando de disimular tal actitud, hasta citan al maestro Hans Kelsen, como apoyatura para la viabilidad de las normas que rigen en esta materia. Pero el defecto, el pecado, es que es citado reiteradamente, en un intento inmoral de consolidar ciertas posturas, pero se lo ignora cuando sus enseñanzas conducen a concluir que no siempre los terroristas tienen razón. Si es necesario, para poder sustentar una sentencia condenatoria, hasta acuden al Derecho Natural, ciertos juristas que han desconocido su existencia.
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