Los bombardeos incendiarios a baja altura, criminal acción que perjudicaba solamente a la indefensa población civil, se iniciaron el 18 de diciembre de 1944. La primera incursión, a título de prueba, se llevó a cabo sobre la ciudad portuaria de Hankow, sita en China., Es así que 89 aviones bombarderos B-29, de los cuales solamente 63 llegaron al blanco, descargaron 511 toneladas de bombas incendiarias sobre esta ciudad. Durante la noche del 9 al 10 de marzo de 1945, volando a alturas que oscilaban entre los 1.500 y 1.800 metros los norteamericanos descargaron 1.650 toneladas de bombas incendiarias. Como no esperaban que los japoneses los enfrentaran con cazas interceptores, retiraron de los aviones tanto las ametralladoras como cualquier otro peso considerado extra, a fin de contar con una mayor capacidad de bombas.
“Los objetivos eran las ciudades de Tokio, Kobe, Osaka y Nagoya que contaban con miles de fábricas artesanales instaladas en las casas de los habitantes de esas ciudades y donde vivían las familias de los obreros de las grandes fábricas. LeMay estaba decidido a incinerar las ciudades japonesas. Como efecto colateral esperaba que los masivos incendios se extendieran debido a la tormenta de fuego que se crearía y destruirían de paso también a las fábricas. Los canales que alimentan los ríos Sumida y Arakawa no impedirían la tormenta de fuego, pues el flujo de agua es controlado por compuertas y sirven de depósitos de troncos de árboles. Siendo el blanco muy extenso, y sin oposición de caza, los bombarderos volarían más separados entre sí, encargándose las incendiarias de magnesio y Napalm de esparcir el fuego en toda el área.”. “El número de civiles muertos en Japón como consecuencia de los bombardeos incendiarios se estima en 560.000 personas. El número exacto de personas muertas jamás podrá conocerse, porque muchos cráneos simplemente quedaron tan carbonizados que no pudieron ser reconocidos e incluidos en la cuenta de cráneos encontrados o en su defecto fueron a dar al mar en la desembocadura del río Sumida.”.*
*Ver www.exordio.com y confr. entre otros “Glover, Jonathan, Humanity, A Moral History of the Twentieth Century, Random House, London, 2001. "Manteniendo vivo el pasado, se pueden evitar atrocidades en el futuro.".
No es necesario ser muy puntilloso, aun a un profano no se le escapa que en tales acciones, se evidenciaba que los delitos de lesa humanidad cometidos por los atacantes, no podían pasar desapercibidos ni por ellos ni por la comunidad internacional. Aun así, los juzgados fueron los vencidos. A nadie se le ocurrió, a la fecha, cuestionar tal accionar, y si alguien lo hizo tal denuncia no fue recepcionada por ninguna autoridad jurisdiccional.
“Los objetivos eran las ciudades de Tokio, Kobe, Osaka y Nagoya que contaban con miles de fábricas artesanales instaladas en las casas de los habitantes de esas ciudades y donde vivían las familias de los obreros de las grandes fábricas. LeMay estaba decidido a incinerar las ciudades japonesas. Como efecto colateral esperaba que los masivos incendios se extendieran debido a la tormenta de fuego que se crearía y destruirían de paso también a las fábricas. Los canales que alimentan los ríos Sumida y Arakawa no impedirían la tormenta de fuego, pues el flujo de agua es controlado por compuertas y sirven de depósitos de troncos de árboles. Siendo el blanco muy extenso, y sin oposición de caza, los bombarderos volarían más separados entre sí, encargándose las incendiarias de magnesio y Napalm de esparcir el fuego en toda el área.”. “El número de civiles muertos en Japón como consecuencia de los bombardeos incendiarios se estima en 560.000 personas. El número exacto de personas muertas jamás podrá conocerse, porque muchos cráneos simplemente quedaron tan carbonizados que no pudieron ser reconocidos e incluidos en la cuenta de cráneos encontrados o en su defecto fueron a dar al mar en la desembocadura del río Sumida.”.*
*Ver www.exordio.com y confr. entre otros “Glover, Jonathan, Humanity, A Moral History of the Twentieth Century, Random House, London, 2001. "Manteniendo vivo el pasado, se pueden evitar atrocidades en el futuro.".
No es necesario ser muy puntilloso, aun a un profano no se le escapa que en tales acciones, se evidenciaba que los delitos de lesa humanidad cometidos por los atacantes, no podían pasar desapercibidos ni por ellos ni por la comunidad internacional. Aun así, los juzgados fueron los vencidos. A nadie se le ocurrió, a la fecha, cuestionar tal accionar, y si alguien lo hizo tal denuncia no fue recepcionada por ninguna autoridad jurisdiccional.